He dejado pasar mucho tiempo desde aquella última vez. Aquella vez en que con justificaciones contundentes y verdaderas elegiste continuar... sin mí. Decidiste que ya no podías más con mis miedos e inseguridades; mismos que poco a poco me alejaban más de ti silenciosamente, mismos que me endurecían sin notarlo y que a ti te causaban llanto. Elegiste tu libertad cansada de luchar por mí, por ambos. Cansada de mis celos, de mi inmadurez y de mis tontos actos. Te cansaste de perdonarme una y otra vez y que muy a pesar de ello yo continuara fallando.
-¨Yo no sé querer, pero contigo he hecho y sentido lo mejor que he podido¨-
Tu frase que retumbó una y otra vez en mi cabeza durante estos meses. No me cabe la menor duda que diste cuanto pudiste. Incluso acepto que me diste de más. Soportaste cosas por las cuales no debiste pasar. Y permaneciste a mi lado más tiempo del que en realidad merecía. Al final, sé que me quisiste con todo tu corazón, así como te quise y aun te quiero yo. Quizás tu o nuestra inexperiencia en el amor nos llevó a cometer muchos errores, dejando en nuestra alma muchos sin sabores.
Y entonces tu decisión fue poner fin a aquella situación. ¡No te detuve! Hubiese sido muy egoísta de mi parte retenerte a mi lado y seguirte lastimando. Y muchas veces traté de volver. Pero entonces te sabía tan bien que me detenía el perturbar tu sonrisa, esa sonrisa de la que me enamoré.
Me encerré en mi mundo. Dejé pasar el tiempo que fuese necesario. Tiempo en el que me puse a pensar en todo aquello que había hecho mal. Tiempo que me sirvió para reflexionar y así poder avanzar. Me dediqué de lleno a mis cosas. Podría mentirte diciendo que no te pensé, pero ¡lo hice!, intentando lograr que un día me atreviera a volverte a ver. Y en el combate de mi duelo, practiqué mirando tus fotografías, enfocándome siempre en tu sonrisa, en tu mirada, en tu cabello. Te leí una que otra vez y pude ver que aquellas letras ya no trataban de mí y entonces me torturé con ello... hasta que por fin me dejaras de doler.
Y después de una constante lucha entre la razón y el corazón, después de creer haber superado mi duelo, de retomar seguridad, de sentir que ya no sentía más, que te había superado y que el amor y el dolor habían quedado en el pasado, me armé de valor y decidí pararme frente a ti. Mi único fin era verte una vez más y luego dejarte partir para poder seguir.
¡Y te encontré! Más feliz que en nuestro ayer, luciendo y siendo tan distinta... completamente otra mujer
Y todo aquello que creí haber logrado en ese tiempo encerrado y apartado de ti, se vino abajo. Bastó mirarte...con alguien más. Para darme cuenta que efectivamente yo aún no te he dejado atrás, aun no eres mi pasado. He de confesar que aunque lo sospeché, quise hacerme a la idea de que no podía ser. No podías estar nuevamente con alguien más, alguien más que no fuese yo. Puede sonar absurdo pero me pudo mucho ver como tu sonrisa ahora le pertenece a él. Como ahora luces tan distinta y tan feliz... sin mí. Como tú si has logrado olvidarme. Y aunque el sentir esto no era mi plan, lo cierto es que verte con alguien más es algo que no puedo ni está en mí soportar.
Y me pregunto: ¿pude haber hecho algo más? solo sé que huí de ese maldito lugar. No pude resistir mirarte así, ahora tan ajena a mí. Y hoy es cuando confirmo que lo peor no es engañar a los demás sino engañarse a uno mismo. Sigo aquí, pensando en ti y queriéndote igual o más que ayer. Encontrarte así... me quebró (tengo que reconocer). Y aunque sé que es tiempo de aceptar lo sucedido y sentirme bien por ti, lo cierto es que no puedo, ¡aun no puedo dejarte ir!
Yo hubiese querido ser quien te siguiera haciendo sonreír. Sin embargo todos estos meses estuve consiente de que eso ya no iba a poder ser. Y fue así mi decisión... prepararme para soltarte y dejarte partir. Pero me era necesario para ello tener un nuevo encuentro, mirarte una vez más y poder seguir, pero no así... no con alguien más. Viendo como él logra que tú me vayas dejando cada vez más atrás. Viendo como ahora es él quien te logra estremecer, el que acaricia tu piel y en tus pupilas se puede ver. Sé que soy un egoísta, pero cala el saber que fui yo mismo el que a sus brazos te arrojó.
Y nuevamente aquí estoy, en las cuatro paredes de mi habitación, platicando con tus recuerdos, pidiéndoles que me permitan despertar de este maldito sueño y como tú, poder ser feliz sin sentir este maldito amor que aun por ti siento, esta necesidad de ti; de tu calor, de tus abrazos y de tus besos. Y así, algún día poderme parar frente a ti, cumplir aquello que me prometí lograr... verte una vez más, para luego seguir.