"había una vez, pero ya no".
Había una vez una pequeña e indefensa niña que tenía como nombre Paula. Como toda niña, Paula tenía sueños, pero el de ella era tan simple como encontrar a alguien que de verdad la quisiese. Encontrar esas 2 personas a las que les debería llamar padres.
Ella creía que cuando les viera ellos la recibirían con los brazos abiertos.
Pero... ¿Qué pasó con aquella niña? Aquella niña creció y terminó comprendiendo que las cosas suelen suceder por algo, y que buscar a dos personas que la abandonaron antes de siquiera poder conocerla no era la mejor de las cosas que ella podía desear.
Aquella alegre niña se convirtió en una persona tan callada y triste que le era imposible plantarle cara a alguien y que poco a poco se fue encerrando en una burbuja.
Sin embargo, todos tenemos uñas y ella sacó sus garras y terminó rompiendo aquella burbuja para poder plantarle cara a aquel hombre que la abandonó en el peor momento de su vida. En el momento en el que ella no comprendía que la vida realmente no era de color rosa.
Yo, paula, tuve que aprender que la vida no es de color rosa a base de golpes.
—Tú —me planté frente a el con la respiración entrecortada.
—¿Yo?
—Sí, tú —lo miré a los ojos sintiendo como todo mi mundo se detenía.
—Tengo prisa.
—Solo tengo una pregunta... ¿Tiene hijos?
—Sí, dos, los cuales me están esperando en este momento niña.
—Entiendo ¿Se puede saber que tienen ellos de especial?
—¿A qué te refieres?
—A que usted, me abandonó sin siquiera tener la oportunidad de conocerme.
—Tú...
—Sí, y me alegro mucho de que me abandonara, porque tener un padre cobarde es... ¡Perdone! si ni siquiera puedo llamarle padre —le sonreí sarcásticamente.
—¿Quién eres?
—¿Cuántos hijos has abandonado? —me reí mientras negaba intentando ordenar mis pensamientos —mire, señor, mejor me voy porque sinceramente no entiendo para que vine aquí, esto solo es una pérdida de tiempo.
—Espera, ¿Quién es tu madre?
—Era. ¿Le suena el nombre de Alexa? —él asintió.
—Eso... yo era un joven inmaduro, no sabía lo que hacía...
—Sí, le entiendo, pero yo no tenía la culpa de sus errores —me alejé de él con los ojos aguados.
—Bien, pero tú también tienes que entender que todos cometemos errores, tienes que aprender a perdonar.
—No, su error me dañó la vida y yo ya he perdonado demasiadas veces. Tengo derecho a ser orgullosa y terca por una vez ¿No cree?
—No... —me miró fijamente con pena.
—Adiós —me alejé de él y nadie me lo impidió.
¿Acababa de cometer un error más al no dejarlo explicarse? Ni idea, pero ese personaje nunca había estado en mi historia y no tenía pensado dejarlo entrar en mi vida. Él tenía su familia feliz y yo... yo estaba bien sola.
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Muñeca rota
Roman pour AdolescentsPaula Expósito es huérfana, todos se meten con ella, no tiene amigos y las marcas en sus muñecas no le bastan. Un día en el que ya no aguanta más, decide crear una lista de cosas que hará para que luego pase lo que tiene que pasar, llevará las marc...