El lunes por la noche, Gonzalo llevo a John y Hannah a uno de sus restaurantes preferidos del barrio. Estaba muy contento de ver a sus amigos, a pesar de que eso le trajo recuerdos de Micaela, y tenía ganas de enseñarles aquella zona tan bonita de la ciudad.
La pareja estaba radiante, se los veía tan felices que Gonzalo sintió incluso una punzada de envidia, pero se dijo a sí mismo que algún día el también lo conseguiría. Un mes atrás le habría parecido imposible, pero ahora empezaba a creer que existía una vida después de Micaela. Siempre la querría, su corazón era así de fiel, pero últimamente conseguía no pensar en ella tan a menudo, e incluso se había planteado volver a llamar a Lucía. Había llegado a la conclusión de que el AMOR, con mayúsculas, no era para él, y que lo mejor sería conocer a una chica que solo le gustara, que no le despertara ninguna gran pasión, y así seguro que, si las cosas se torcían, no sentiría que le faltaba el aire, como le había pasado con Micaela. El mundo estaba lleno de parejas que eran más o menos felices y no se querían tanto como él había querido a su hada rubia, seguro que podría encontrar algo así. Lo difícil quizá sería conformarse con eso. Sus amigos le contaron lo bien que había ido la boda y lo mucho que lo habían echado de menos. Al abuelo de John, Mac, le habría gustado mucho verlo antes de que se fuera, pues aun no le había dado las gracias por todo lo que había hecho por ellos y por Biotex. Gonzalo les prometió que cuando tuviera una oportunidad regresaría a Estados Unidos e iría a visitarlo. A la hora de los postres, John le contó que, después de su partida, su abuelo y él habían ido a enfrentarse a sus tíos. Al parecer, Larry y Tom eran aún más tontos de lo que parecían. Era cierto que estaban al tanto de que Fénix funcionaba, pero no se les había ocurrido pensar que con eso podían salir adelante; lo único que ellos querían era dejar de trabajar y gozar de una jubilación anticipada nadando en la abundancia. Mac optó por proponerles una alternativa, y les ofreció una cantidad de dinero más que generosa para que desaparecieran de la empresa, y les prometió otra cantidad aún más importante en el futuro, cuando Fénix empezara a dar beneficios, con la condición de que no regresaran jamás. No fue necesario que le dijera que habían aceptado, ni que el viejo MacDougall había regresado temporalmente de su retiro para ayudar a su nieto a sacar adelante la empresa. Gonzalo estaba convencido de que John lo haría muy bien y los tres brindaron por su éxito.
Iban paseando de regreso al hotel, que estaba en una de las calles más típicas de la ciudad, cuando Hannah se atrevió a mencionar a Micaela:
—Unos días antes de la boda nos encontramos con Micaela.
Gonzalo se detuvo en seco y la miró a los ojos. Tenía la espalda erguida y no se dio cuenta de que apretaba las manos con fuerza.
—Te echa mucho de menos —dijo John, que también se había detenido.
—Cree que la has olvidado —apuntó Hannah—, y la verdad es que yo también empiezo a preguntármelo, se te ve muy bien comparado con ella.
Gozalo se rió sin humor y se apretó el puente de la nariz.
—No la he olvidado, jamás la olvidaré. —Suspiró—. Pero ¿qué se suponía que tenía que hacer? ¿Quedarme allí sabiendo que no me quería? ¿Torturarme aún más de lo que ya lo he hecho? —Reanudó el paso y los jóvenes lo siguieron. Volvió a detenerse y se dio media vuelta para mirarlos de nuevo—. ¿Saben que ésta es la primera semana que he podido dormir una noche seguida?
John y Hannah se miraron sin saber qué decir.
—¿O que soy incapaz de agarrar la mano de otra chica? Sólo de pensar en acariciar otra piel que no sea la de ella siento un nudo en el estómago. Pero tengo que seguir adelante, tengo que superarlo. Micaela no me quiere.
—Sí te quiere —dijeron los dos al unísono.
Gonzalo hizo como que no los había oído y siguió caminando.
—Les agradezco que quieran ayudarme, y supongo que es lógico que, estando ustedes tan enamorados, vean el amor por todas partes. Pero Micaela no está enamorada de mí, lo sé, y lo mejor que puedo hacer es asumirlo. Además, cada día que pasa estoy mejor; estoy muy ilusionado con el proyecto de la asesoría, y mis hermanos no dejan de presentarme chicas. —Llegaron a la puerta del hotel—. ¿A qué hora sale su vuelo?
—A las ocho; siento que no podamos quedarnos más días —apuntó John aceptando el cambio de tema.
—No te preocupes, estoy muy contento de haber podido veros. ¿Quieren que los lleve al aeropuerto?
—No hace falta, iremos un taxi. —Hannah lo abrazó—. Me ha gustado mucho verte, Gonzalo, y espero que pronto seas tan feliz como nosotros.
—Lo dudo —dijo con una sonrisa—, pero gracias de todos modos.
John también lo abrazó y, antes de despedirse, le dijo:
—Si Micaela apareciera...
—No aparecerá —lo interrumpió él.
—¿Le darías otra oportunidad?
—No lo sé —mintió Gonzalo, pues sabía que, a pesar de que su cabeza le decía que no, su corazón no dejaba de repetirle que le daría todas las que hicieran falta.
—Bueno, eso no es un «No» —contestó el eterno optimista de John.
—No, no es un «No».
El joven le sonrió y le dio la mano.
—Cuídate, y procura ser feliz.
—Lo intentaré.
Se despidieron de nuevo y Gonzalo tomó un taxi hacia su casa.
Esa noche volvió a soñar con Micaela. Les había dicho la verdad a sus amigos, esa semana había podido dormir una noche entera sin pensar en ella, claro que había sido después de correr durante más de dos horas, y tras finalizar la colocación de los muebles de la sala de reuniones. Al parecer, su mente decidió recuperar el tiempo perdido, y el sueño de esa noche fue de los más reales y dolorosos que había tenido desde que no la veía. No fue un sueño erótico, ésos ya había aprendido a controlarlos, no, fue mucho peor. Soñó que estaban juntos, abrazados en la cama, hablando, y que ella se reía por algo que él había dicho. En el sueño, Micaela le acariciaba el pelo y, tras darle un impresionante beso en los labios, uno de esos besos que solía darle, se levantaba y desaparecía en la oscuridad. Él se levantaba también y trataba de encontrarla, pero por más que lo intentaba no lograba dar con ella.
Se despertó asustado y empapado de sudor. Fue a la cocina a beber agua para tratar de calmarse y vio que le temblaban las manos. A él no se le había dado nunca bien eso de interpretar los sueños, pero el mensaje de aquél era claro; Micaela le había dejado y jamás volvería a estar con ella. Al sentir que una lágrima le resbalaba por la mejilla, tiró el vaso en el fregadero y éste se rompió. Creía estar a punto de superarlo, creía tenerlo ya asumido, pero al parecer una parte de él se negaba a reconocer la verdad. Recogió los cristales y los tiró a la basura. Iba a conseguirlo. Volvió a acostarse y se juró a sí mismo que al día siguiente empezaría su nueva vida
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A fuego lento <<adaptada>>
FanfictionAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...