☁ Bleed | SeKai

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      ➝Lugar: Cuarto de lavado

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    ➝Lugar: Cuarto de lavado

    ➝Autora: JHS_LCFR

    ➝Palabras: 845



BLEED.

«Doors slam.

Lights black.

You're gone.

Come back.

Stay gone.

Stay clean.

I need you

to need me»

Lykke Li 'Until We Bleed'


Con el cepillo en la mano, Sehun volvió a levantar la tapa del lavarropas, una de las esquinas rota por la súbita caída.

Inspirando hondo, tiró la cabeza hacia atrás para disfrutar del tirón en su cuello. Si se forzaba demasiado, podía sentir la queja en su clavícula, al grado de casi sacarle una sonrisa.

—Limpia eso rápido si no quieres lamentarlo —aquello fue todo lo que dijo, y el silencio reinante en los próximos minutos le permitió retomar el dolor de cabeza que tenía entre los dedos.

Las sábanas seguían sucias.

Apretando los dientes para retener el insulto, gruñó mientras repasaba todo: había utilizado quitamanchas, había cepillado con agua caliente y se había agrietado los nudillos pasando jabón blanco, y nada.

Las putas sábanas seguían sucias. Aunque eso no le dormía la sonrisa ladina.

—Deberías sentirte orgulloso —ronroneó, estirando la tela frente a él, dejándola recibir la luz fría desde el techo, impactando en cada fibra mojada y goteante—. Se nota que llevas la resistencia en la sangre... ¿Entiendes? —agregó, girando la cabeza hacia la izquierda, el ruido del cepillar finalmente llegándole a los oídos—, lo llevas en la sangre —sonrió.

Jongin siguió cepillando en silencio.

El latir en su mandíbula todavía le veteaba la visión de rojo, pero sabía que le convenía continuar con su pequeña tarea.

***

—¿Sabes por qué te estoy hablando?

Jongin levantó los ojos momentáneamente.

De repente, no podía pensar.

El eco en su cabeza no dejaba de recordarle que todo le había salido mal, que el ángulo en el que había querido atacar había salido mal, que la fuerza le había fallado a último momento y que la adrenalina en su cuerpo le había abandonado con la misma rapidez con la que había llegado, a pesar de haber planeado aquel ataque desde hacía días, semanas.

—Hoy se cumplen dos meses—contestó Sehun, porque si bien los labios del otro permanecían entreabiertos, los dos sabían que Jongin no dejaría salir palabra después de semejante falta de respeto—, y sentí que querrías escuchar mi voz... sobre todo después de dejarte tantas preguntas sin respuestas —bajando la tapa del lavarropas, no sin antes revisar el compartimiento de los ingredientes, respiró hondo, girando lentamente la cabeza para mirarlo por sobre su hombro—, ¿Verdad?

Jongin forzaba a su muñeca derecha a cepillar la sangre seca a pesar del dolor, pero la mano izquierda temblaba al grado de no poder soportar ya el peso de su tronco curvado hacia delante.

Los cabellos se le pegaban entre sí y a la sien, del lado donde el borde del lavarropas había impactado de lleno, filoso. Casi mortal.

Le latía la frente y sus bufidos largaban cada vez más aire.

Pero el chico le hablaba y tenía que escuchar.

Tenía que escuchar y saber qué rayos pasaba.

—Pensé que querrías saber 'por qué tú' y nadie más —Sehun giraba hacia la izquierda poco a poco, sus anchos hombros absorbían la luz mortecina del fluorescente, y la camisa de algodón y beige apenas rozaba la gran mancha en la punta de la lavadora, como buscando ensuciarse—. Pensé que querrías saber si sólo se trataba de mala suerte o si había algo más detrás de todo esto.

Jongin sentía el frío en los huesos de las rodillas por sentarse sobre sus talones. La carne de su cuerpo amenazaba con volverse una fina lámina y el material de los mosaicos algunos días transpiraba, pegotéandole el cuerpo desnudo a más no poder, bañando su mísera y mugrienta piel en una fina y tortuosa capa de sudor que no era suyo.

Como todo lo demás en aquella pequeña habitación.

—Pensé que podríamos conversar... que habías entendido cómo serían las cosas de ahora en adelante —siguió Sehun, escrutando la habitación.

Primero, y bajo sus manos, la lavadora.

A su lado, el respectivo secarropa.

Tres gavetas igual de blancas encima, justo a la altura de sus ojos.

A su izquierda, justo al lado del pequeño animal, un cesto grisáceo, apenas cargado con basura.

Por último, en la pared opuesta, el pequeño mueble negro de tres cajones, con su pequeño bowl azulado para guardar las llaves. Las malditas llaves que el bicho le había robado mientras revisaba las sábanas, para atacarle.

Mirando el cajón del fondo, todavía sin abrir, Sehun cruzó sus brazos y mordió su labio, pensante.

Luego de tres o cuatro segundos, chasqueó su lengua contra el paladar, negando con paciencia, dejando que Jongin admirase todos y cada uno de los pensamientos que parecían aflorar en los ojos del castaño.

—Una pena, realmente.

Y con aquella última sentencia, Sehun pulsó el botón para continuar el lavado interrumpido por aquel patético intento de ataque (seguido de su respectivo castigo).

En cuanto Sehun recuperó las llaves abandonadas en el piso, Jongin abrió los ojos.

Ambos sabían qué guardaba el cajón del fondo.

Pero no había forma de escuchar sus inhumanos alaridos con el alboroto del centrifugado.


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Monster House | EXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora