Capitulo XVI

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El rostro comúnmente alegre de Guillermo palideció increíblemente rápido. La llamada aún seguía en línea al lado de su oreja pero el ya había decidido que no hablaría más. No conscientemente pero era una decisión tomada. Sus ojos brillaron aguados, angustiados, queriendo gritar con lágrimas lo que no podía decir con palabras. Había llegado el momento, inesperadamente. Abrazó su pancita al sentir como se endurecía y lo que él juro era una contracción de parto era solo una contracción Braxton Hicks, las cuales ocurrían frecuentemente si una madre se exponía a una situación de estrés abundante. Zeus también estaba triste aparentemente. Guillermo solo perdió noción de su cuerpo, de lo que debía o no hacer, hasta olvidó cómo respirar. El teléfono resbaló de su blanca u delgada mano hasta estamparse contra el suelo, de donde Samuel, con un poco más de control sobre si mismo lo recogió, continuando la llamada que en línea había quedado.

- Amanda, ¿Sigues ahí? - preguntó el castaño evidentemente apurado, con mucha preocupación encima. La chica solo respondió con un quejido lastimoso, dándole a entender al mayor que aún seguía consciente. Samuel tenía fuertemente que hubiera tenido un accidente. - Escúchame, ¿Si? Bruno ya va a nacer... Tienes que estar lo más tranquila posible. ¿Donde estas? ¿En lo de tu amiga? - preguntó, tratando de hacer que la chica concentrará sus fuerzas en algo que no fuera el dolor por el que estaba pasando.

- S-si. - balbuceó. - Vegetta, me duele... - se quejó.

- Ya sé que duele, pero tienes que aguantar. ¿Ya has roto aguas? - Amanda desde el living de la casa de su amiga comenzó a asentir frenéticamente, sin poder decir ese "Si" con palabras propiamente dichas. - ¿Que es lo que ves? ¿Que sientes? - Samuel desde su posición acarreó a Guillermo con el y comenzó a buscar como desesperado el bolso con las cosas y las llaves de su auto. No habría tiempo, y a estas horas las ambulancias no van a pasar por la zona. Al encontraba mirar las llaves, las guardo en su bolsillo y tomó los dos abrigos que en el perchero habían. Caminaron ambos apurados por el pasillo, Guillermo totalmente en estado de shock y Samuel acarreando con él, quien no se daba cuenta ni siquiera de que estaba caminando. Antes de subir al auto y sosteniendo el móvil de su novio entre su hombro y su oreja, Samuel pasó la gabardina negra de Guillermo por sus hombros y lo sentó dentro del coche. Aunque no fuera momento de detenerse a pensar en detalles, Samuel entendía el estado en el que se encontraba. Era una de sus mejores amigas la que estaba perdiendo. - Amanda, necesito que me respondas. - le pidió arrancando ya el coche para ir hasta donde la chica vivía. Ya habían ido a visitarla antes por lo que tanto Samuel como Guillermo conocían el camino. Si no había tráfico llegarían en unos diez o quince minutos. Puso el teléfono de Guillermo en el manos libres y al detenerse en un estupido semáforo que había a apenas dos calles de su casa abrochó el cinturón de seguridad del mismo. - Dime, Amanda, soy enfermero, puedo ayudarte. - trató de no gritar pero se estaba exasperando. No era definitivamente una persona muy estable cuando se encontraba nervioso.

- Me duele mucho e-el vientre. - dijo la chica después de un momento. Guillermo ya lloraba, ya dejaba huir a las lágrimas de sus ojos porque simplemente no las aguantaba más. - C-creo que he roto fuente. - dijo luego de un pequeño silencio. En esa situación no era muy capaz de decir varias palabras o frases a la vez. - Hay sangre. - el rostro de Samuel palideció también. El no recordaba que en las roturas espontáneas de fuente hubiera sangre.

- ¿Se mueve? - preguntó tratando de fingir su seguridad, seguridad que nadie en una situación así tendría.

- N-no. - tartamudeó la chica de rubios rizos.

- ¿C-cuando lo has sentido moverse por última vez? - tartamudeo esta vez el castaño, con serias dudas y feas suposiciones de lo que le le podía estar pasando a la madre de su hijo.

- A-anoche, creo. - dijo ahogando nuevamente otro quejido de dolor. Estaba angustiada, ciertamente.

- Seguiré hablándote, ¿Esta bien? Se que tienes sueño pero por nada del mundo debes dormirte. Ya estamos llegando para allí. - trató de alentarla.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora