Prólogo

74 4 0
                                    

Estaba acostado en mi cama mirando el techo. Faltaba un cuarto para las 8 am. Y estaba sumido en mis pensamientos, preguntándome porqué me era tan fácil meter a mi cama a toda mujer que quisiera.

Me levanto de la cama y me miro al espejo. Cada vez que me miro al espejo, cada vez que veo este lindo rostro, me doy cuenta de lo mucho que se esmeraron y gozaron mis padres al hacerme.

He oído y visto personas que no pueden ni acercarse a una chica que comienzan a temblar y titubear. Para mí es tan fácil, y no presumo. Osea, desde pequeño me hecho más amigo de chicas que de chicos, he congeniado más con ellas.

- ja!- me burlo y me vuelvo a acostar en la cama, arropándome hasta el abdomen.

Eso me acuerda cuando mi mamá me vió jugando a las muñecas con unas niñas en mi infancia, pensó que me iba a afeminar o algo. Yo con mis figuras de acción y ellas con sus muñecas. Y como era el único varón del grupo, era el esposo de todas. Es curioso como un juego se convirtió en algo real, pues desde que crecieron no hubo una de ellas que no pasó por mi cama y...

Unos golpes a la puerta me sacaron de mis pensamientos.

- Quien es?! - digo lo suficientemente fuerte para que se oiga en la puerta desde donde estoy.

- Somos nosotras! - dice una voz que me es inconfundible a pesar de tener una semana conociéndola.

- Pasen. - Les digo con obviedad.

- Está cerrado - me golpeó la cara con mi mano dejándola ahí y bufo.

- Les dije dónde está la llave ayer - les digo y me quito la mano de mi cara y pongo mis brazos tras mi cabeza.

- Donde estas ?! - pregunta de nuevo Ashley tras abrir la puerta. Porqué sólo ella me habla?! A las demás el gato les comió la lengua?!

- En el cuarto, última puerta al fondo, tráeme la llave - Se oyen pasos decididos hacia mi.

Entra con la cabeza baja cerrando la puerta. Me ve acostado con parte de mi levemente escultural cuerpo al descubierto, le doy mi sonrisa más radiante y matador, se queda anonadada, sin articular palabras dándome una sonrisa intranquila.

- Hola, llegaron temprano. Y las demás? - le digo para romper el hielo y el silencio incómodo entre nosotros.

- Emm... en el sillón. Si, somos algo puntuales. - me responde con la cabeza gacha mirándose las manos, ocasión que aprovecho para ojear su cuerpo, y mi amiguito está de acuerdo con que haya cerrado la puerta por detrás de ella.

Me levanto, me estiro, ella me mira tímida y deseosa. Estoy de espalda a ella pero siento su mirada clavada en mi ser. Me huele al inicio de una larga amistad.

Me volteo, quedando de frente a ella. Ella nota el bulto en mis boxers. Yo la miro con picardía, ella se sonroja y me da una mirada de complicidad.

- Que pequeño lo tienes - me dice a modo de broma. Debo admitir que me ha sorprendido. Esta tratando de tomar esto a juego, seguro le han contado del Don Juan que soy, pero no te escaparás de esta, bendecirás el día en que la profesora nos puso en el mismo grupo de exposición, y, al igual que yo, recordarás este sábado por el resto de tu vida, y te va excitar el recordarlo. Lo prometo.

Que empiece el juego...

Pongo cara de ofendido, ella ríe.

- Puedo hacer que crezca - digo acercándome a ella. - pero necesitaría ayuda. - digo a su oído, tomando la llave de mi casa de sus manos, sintiendo la electricidad y el deseo que tensa el aire entre nosotros.

Ella abre los ojos como platos y se sonroja aún más. Niega con la cabeza esbozando una sonrisa tímida. Tiene miedo. Creo que le dí demasiado de una vez, pero la deseo, aquí y ahora.

El Secreto de un SeductorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora