Lyon

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Abrí los ojos y al instante la luz del sol me cegó por completo, maldecía que por mis ojos claros entrará mucha más luz a ellos.

Me cubrí los ojos con las manos y me levante frotándolos despacio, parpadee varias veces acostumbrándome a la luz. Me levante y tome la capa, me la coloqué encima, debía retomar mi camino. Más un delicioso aroma me llego y mis tripas comenzaron a rugir, no había comido nada desde ayer.

Mordí mi labio inferior, acomode la cama y baje al primer piso, guiada por el aroma fui a la cocina encontrando a Esperanza sonriendo cocinando moviendo algo en la sartén con una cuchara plana.

—Buenos días Esperanza, huele delicioso. —Me miró con dulzura, me sentía bien, era perfecto estar aquí pero debía seguir mi camino.

—Ven siéntate, ya le di agua y comida a él caballo y a los otros animales. Toca que desayunes tu. —Le sonreí agradecida y me senté en una de las sillas de madera, al instante Esperanza colocó un plato con huevos revueltos, algo de carne frita en tiras con un pedazo de pan, colocó un vaso con leche tibia.

Tome los cubiertos, esta vez no me preocupe por tomar los adecuados. Esperanza se sentó a mi derecha con un plato también e iniciamos a comer en silencio. Hasta que ella rompió el silencio.

— ¿Seguirás tu camino cierto? —Me miró con esos ojos jade intensos.

—Tengo que, no me arriesgaré a que me encuentren mis padres. Estoy muy cerca del castillo. —Ella asintió, extendió su mano hacia mi mejilla y me acarició lentamente.

Sorprendida ante aquella caricia, sin poder evitarlo una lagrima traicionera corrió por mi mejilla cayendo en la mano de Esperanza, ella me sonrió con amor. Hubiera dado lo que fuera por qué ella hubiera sido mi madre, era tan amorosa... ¿Por qué tuvo que haberme tocado una madre así? ¿Por qué nací en la realeza?.

Cuando acabamos de desayunar, estaba ayudándole a Esperanza a lavar la losa sucia, cuando escuche caballos, gritos y los cascos de hierro pegar en el suelo. Mire por la ventana y mire a los caballeros del reino. Me aleje rápidamente de la ventana, mi respiración se agitó considerablemente.

Corrí a la puerta que daba al establo y salí por ella, Esperanza ya venía en mi encuentro con las riendas de Diamante en la mano. Me entrego las riendas.

—Debes irte, rápido. Si te encuentran no podrás cumplir tu destino —asentí—. Toma —me entrego una gran bolsa de cuero, la amarre a la silla del caballo—. Ahí tienes alimentos y agua, para dos semanas pero mirando como comes te durará más. Ve hacia el este, ahí hay otro reino en el cual tus padres jamás te buscarán, es un reino demasiado pequeño. Suerte mi pequeña.

—Gracias por todo Esperanza, volveré a verte, te lo aseguro. —No pude evitar depositar un beso en su frente, le había tomado cariño. Cuando se alejó del caballo agite las ruedas y Diamante salió disparado.

Nos adentramos en el bosque evitando la ruta del pueblo, de repente una flecha silbo por mi costado, mire atrás. No de nuevo. Venían tras de mí así que tire de nuevo de las riendas de Diamante y aumentó la velocidad considerablemente, los dejamos atrás en segundos, cuando ya los perdimos calme a Diamante y le di unos segundos, esta vez seguimos pero caminando.

Mire a mi alrededor, el sol estaba en su mero punto, era medio día, gracias a las copas de los árboles que nos cubrían no nos deshidratamos. No sé cuánto camine, quizá unas 5 horas, por qué el sol cambiaba constantemente de lugar, suspiré y me coloqué la capa encima de la cabeza cubriendo mi rostro. Hacía mucho calor pero valía la pena el estar oculta de todos. Tome aire de nuevo.

A lo lejos pude ver una pequeña laguna, dirigí a Diamante ahí para que bebiera un poco de agua. Me baje de él y lo deje pastar un poco. Yo simplemente me arrodillé frente al agua y mire fijamente mi reflejo.

Guerrera de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora