Capitulo 4 "Sombras"

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Escuchar el riachuelo y pasar sentado a la orilla era todo un placer, una sinfonía de aguas y animalejos que lo rodeaban, se llenaba de viveza estando ahí. Suspiraba profundamente admirado por la sonoridad de aquellas aguas cristalinas que llevaban a su paso cualquier piedrecilla que podía rescatar. Moviendo la mirada de un lado a otro y después de sumergir repetidas ocasiones su mano en aquel riachuelo sacaba una piedrecilla distinta a las demás. Quizá le llamaba la atención su forma o su color. La observaba detenidamente por unos segundos, después de un rato de sostenerla entre sus dedos la lanzaba siguiendo la corriente del río, hasta donde su vista se perdía y la piedra se hundía nuevamente...

Rápidamente sus manos se entumecieron, dejando caer el vestido que a los ojos parecía totalmente nuevo, un poco arrugado en las mangas, pero estaba prácticamente intacto.
Las lágrimas empezaron a bajar por su rostro que se había enrojecido y aun se encontraba exaltado. Empujando con los pies fuertemente la vieja maleta hasta que chocara con el fondo de la pared. Un poco más calmo se inclinó y levantando el vestido salió de la habitación. Bajo las escaleras bruscamente y salió corriendo hacia su patio trasero.

El día era exactamente como ayer, su hermosura era tal, que no necesitaba presentación. Pero él no lo veía, se dirigía totalmente ciego, no sabía explicar sus emociones. En su patio tomó unas cerillas, y, saliendo por el pequeño portón de madera que delimita su hogar se precipitó a correr sobre la carretera.

En medio de jadeos llegó nuevamente junto a la vereda que conducía al bosque, aquel lugar donde el mismo dudaba de lo que había pasado.

Para sus adentros pensó: llegué a mi límite, no soportaré vivir un día más así. Deteniéndose en seco comenzó a correr hacia el bosque...

El vestido que lo traía en la mano derecha ondeaba con el fuerte viento que hacía en ese momento. Se llenaba poco a poco de pequeños terroncillos que saltaban por doquier, corría y corría entre más se internaba en el bosque más le costaba correr.
Aligerando el paso y cuando sus piernas no resistían más, cayó al suelo rendido.

Sin darse cuenta se encontraba rodeado de flores. Algunas las conocía muy bien. El aroma que sentía era totalmente espectacular... Se encontraba frente a la vieja casona...

Casi dos meses. 57 días para ser exactos habían pasado desde que estuvo allí. Se sorprendió a sí mismo de la agilidad matemática para recordar cada día que transcurrió.

Abriéndose paso entre la mala hierba que había crecido entorno a la casa se dirigió hacia su pórtico, subiendo por las escasas escaleras hacia la puerta principal de nuevo sintió que sus manos se entumecen bruscamente. No dejo que esta vez le impidiera detenerse.
Abrió despacio la puerta, su respiración iba en aumento. Al entrar, sintió como el frío de aquella casa le recorrió todo el cuerpo. Los escalofríos hicieron presencia nuevamente.

A pequeños pasos se movió en dirección a la habitación, no se desvió a mirar los muebles con los que estaba adornada la casa. Abriendo la puerta de la habitación... Ahí estaba...

Aquel sombrero de ala ancha que combinaba con el vestido. A este no lo cubría más que una fina capa de polvo.

Se sentó en la cama y tomándolo en los brazos, le sacudió el polvo. Sintió para sus adentro como intentaba reírse de una manera descarada y con crueldad. Rápidamente apartó ese pensamiento y se encaminó de vuelta a salir de la casa.

Llegando a la puerta, y mirando hacia la sala, ahí se encontraba aún aquella cuerda. Cerrando los ojos salió corriendo dejando la puerta entreabierta.

Con el vestido y el sombrero en mano se alejó más y más. Hasta que, por fin, al lado de un abeto puso las pertenencias sobre el suelo y sacando una cerilla les prendió fuego.
La fina tela de ambas piezas de vestir se consumieron como si tuviesen combustible.

Dándose la vuelta empezó a caminar hacia el riachuelo que se encontraba cerca, iba decidido a no importarle lo que había pasado. Su rostro se estaba tensando y reflejo una mueca que le estremeció. Trato de calmarse nuevamente

Llegando al riachuelo se sentó sobre una roca. Con la cabeza entre las manos suspiró profundamente.

Una voz irrumpió la calma de ese momento diciéndole: Buenos días, viejo amigo parece que has vuelto...


"Mi amigo Joey"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora