Me da mucha pena publicar hasta hoy, he tenido problemas y honestamente no estaba bien enfocada en la historia. Ojala y les guste.
Candas
Croos y yo continuamos besándonos, de pronto sentí sus manos bajar de mi cintura hacia abajo, lo separe como pude de mi.
— ¿Qué sucede? — pregunto con la respiración agitada.
— Nada, debo irme, Mía me espera afuera.
Croos suspiro: — Esta bien — beso suavemente mis labios — nos vemos más tarde — dijo sonriente.
Me separe de él y comencé a caminar hacia la salida.
Al llegar, Mía me esperaba en un viejo auto rojo.— ¿Lista? — preguntó.
Me subí rápidamente al vehículo: — Lista — dije suspirando y ella arranco el vehículo.
[...]
— Deja de mover el pie — dijo Mía.
— Lo siento, estoy muy nerviosa — respondí.
— Solo te consultaran.
— No lo entiendes, no quiero un hijo... — dije aún mas nerviosa.
—Tranquila tal vez solo... — no dijo más.
— Candas — dijeron mi nombre.
Mía y yo nos pusimos de pie: — Ve — dijo ella y yo la mire confusa — no me corresponde a mi entrar, yo te espero acá — sonrió.
Camine con nerviosismo al consultorio, he tenido síntomas de embarazo, quiero creer que sólo es una coincidencia, no soy buena cuidando niños, de hecho me desesperan con facilidad, además, Croos ya dejo en claro que tampoco quiere uno.
Entre al consultorio y me senté, la doctora me miro con curiosidad: — Vengo para una prueba de embarazo. — Dije rápido.
— Hola, soy la doctora Eleonor, solo sacaré un poco de sangre — dijo ella — por cierto, ¿cómo te llamas? — preguntó.
— Candas — respondí.
— Bien Candas, esto será rápido.
[...]
Después de un rato, la doctora vuelve con unos papeles.
— ¿Y bien? — preguntó impaciente.
La doctora me sonríe: — ¿Quiere abrirlos usted?
— No, usted por favor — la doctora empieza a abrir el sobre, lo hace con una calma que me desespera más.
Muerdo mis uñas con impaciencia, siento como el sudor aumenta, la doctora saca el papel, lo lee y me sonríe.
Mierda, esas sonrisas nunca son buenas.
Me preparo mentalmente para recibir la noticia que puede cambiar mi vida, y mira que de verdad mi vida ya ha cambiado.
— Lo siento, no esta embaraza...
— ¡Si! — grito feliz.
La doctora me mira confundida: — Hmm... Solo tiene un desorden, le daré medicamentos.
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Hasta la eternidad
LobisomemÉl solo quería ser normal, odiaba ser un monstruo, y ella, ella era parte de esa tortura que a él tanto lo consumía. Ella no tenía la culpa de nada, aún así, él le hizo pagar. Créditos de la portada: @Editorial_21