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Malcom y Anna no tardaron en llegar a donde se presidía la reunión extraordinaria del Consejo de Rhor, el Salón del Silencio

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Malcom y Anna no tardaron en llegar a donde se presidía la reunión extraordinaria del Consejo de Rhor, el Salón del Silencio. Una de las construcciones más formidables de Rhor, podía albergar unas trescientas personas. Estaba constituida básicamente de tres naves: una amplia nave principal y dos angostas naves laterales. La nave principal tenía unos diez metros de ancho y cada nave lateral unos cinco. Separando la nave principal de las naves laterales se encontraban cinco columnas de piedra, que sostenían el techo que se encontraba a unos seis metros sobre el suelo. El parlamento se reunía en la nave principal, las naves laterales tenían banquillos para permitir que los ciudadanos asistiesen a los consejos mensuales. A diferencia de las demás construcciones de la capital de Rhor, que eran todas de madera, el Salón era el único edificio de la ciudadela que estaba íntegramente construido en piedra, incluyendo el techo. Aún antes de ingresar pudieron percibir el ambiente tenso que había en su interior. 

Al ingresar al Salón, lo primero que Malcom notó inmediatamente fue que el aire estaba muy pesado gracias a la cantidad de gente abarrotada dentro de él

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Al ingresar al Salón, lo primero que Malcom notó inmediatamente fue que el aire estaba muy pesado gracias a la cantidad de gente abarrotada dentro de él. Era un detalle que le disgustaba desde que tenía memoria pues le parecía estar respirando a través del calcetín sucio de alguien. Además, él disfrutaba muchísimo del viento en la cara, el aire libre y los espacios abiertos, por lo cual el aire enrarecido era algo que no pasaba inadvertido para alguien que parecía una vertiente de vida. De estatura mediana, contextura delgada y ojos vivaces. Era el primogénito hijo de la Matriarca de Rhor, Robin Strongchild, líder del Pueblo Libre de Rhor. Tenía poco más dieciséis años y, si bien era bastante delgado, una vida de actividad al aire libre le había dado más fuerza de la que aparentaba y una insospechada resistencia a largas travesías. Siempre caminaba erguido, en símbolo del agradecimiento del regalo de la vida que sus padres y el mundo le habían dado. Su buen humor era conocido en todo Rhor, le gustaba mucho reír y hacer reír, pero sin burlarse de los demás, ya que consideraba la burla un signo de debilidad, y él aborrecía ser considerado débil. Normalmente Malcom rebosaba de entusiasmo y rara vez podía quedarse quieto sin hacer nada, ya que pensaba que la vida era demasiado corta para desperdiciar un minuto. Siempre estaba planeando algo que hacer con sus dos mejores amigos, Scott y Anna. En otoño se trataba de largas caminatas por los senderos de comercio buscando un árbol en medio de las praderas para degustar alguna cerveza suave. En verano buscaban los mejores pozones para refrescarse y nadar toda la tarde. Otras veces los tres recorrían grandes distancias solamente para buscar un lugar con buena vista.

Echarse bajo un manzano junto a un arroyo en una tarde de primavera, sin sentir frio ni calor, oler la hierba, observar a los insectos trabajar afanosamente, en fin, percibir la vida. Ésos eran los mayores placeres para él. A veces, le sumaba a esas tardes de pequeño éxtasis un libro, una guitarra, o las pasaba escribiendo alegres poemas y cuentos cortos con finales chistosos, para amenizar las tardes con su abuelo y su padre. Gracias a todo eso y al trabajo que realizaba con su padre, Malcom gozaba de excelente salud mental y estado físico.

Su madre le había enseñado que siempre, siempre tendría que enfrentar problemas, aun cuando planificase todo muy cuidadosamente, los problemas eran parte de la vida. Justamente eran lo que hacia la vida interesante, le decía guiñando un ojo. Además su madre le había inculcado el valor de la persistencia, lo cual le aumentaba su dificultad para aceptar un fracaso, al punto que a menudo no sabía cuándo reconocerlos. Era dueño de una confianza en sí mismo tan grande que frecuentemente solía convertirse en impredecibles arrebatos de arrogancia que algunas personas detestaban de él, aunque a él no le importase. No podía presenciar un problema sin tratar de solucionarlo, o al menos intentar hacer algo al respecto, pues siempre estaba convencido de que podía solucionarlo todo. Jamás perdía el optimismo o bajaba los brazos ante las dificultades y frente a todo mantenía una actitud exterior positiva, pues cualquier otra actitud le parecía signo de impotencia y su ego no se lo permitía.

Así como su capacidad de resolver problemas provenía del lado materno de su familia, su interés por los demás, su lado bondadoso, así como sus ojos claros, el cabello castaño y la tez blanca provenían de su abuelo, David Strongchild. Quien, mientras le limpiaba heridas, trataba moretones, bajaba la fiebre y componía huesos, le había enseñado el valor de la generosidad y la amabilidad. A apreciar la familia y los amigos. El saber escuchar tanto como el saber comunicar. Gracias a todas esas cualidades, y al coraje con que había nacido naturalmente, Malcom parecía iluminar las habitaciones a las que ingresaba. Pero aún restaba ver si era capaz de iluminar la sombra que había ocupado el Salón del Silencio aquella tarde. Una reunión extraordinaria del Consejo de Rhor, era un acto que sólo se llevaba a cabo ante situaciones en extremo críticas. Situaciones tales como sequías o inundaciones, plagas que afectaban al ganado, heladas que destruían las hortalizas, actos de guerra y otras situaciones que ponían en peligro a la provincia entera, o bien como, la situación presente, encontrarse sitiados por feroces Bestias asesinas.

Si bien el Salón estaba sumamente atestado, el gentío les permitió pasar pues sabía muy bien que ambos tenían muy buenas razones para querer estar presentes. A medida que los chicos se abrían paso hasta quedar en la primera fila, en el lado sur del Salón, frente a los miembros del Consejo de Rhor, podían oír los murmullos.

-Las Bestias nunca se habían comportado así.

-Jamás se habían mostrado tan agresivas.

-Nunca habían estado tan cerca.

-Siempre habían permanecido en lo alto de las montañas.

-Dominando sus bosques y quebradas, pero no en los planos.

Frases que delataban preocupación generalizada, pronunciadas en tonos de voz que delataban miedo.


ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora