Una tarde lluviosa

35 3 0
                                    

Mario y Ana son una pareja joven y común en su vida cotidiana, llevan una vida estable, es una de aquellas relaciones donde cada uno vive por su lado, por razones laborales y escolares se ven sólo una vez  a la semana, quizás esto haya beneficiado de cierta manera la relación ya que después de unos días sin verse el ansia de comerse los labios los desespera y los hace explotar  al tiempo que se tocan. 

Mario, después de una larga mañana en la universidad y un pesado trabajo de medio tiempo, se monta a su motocicleta y coge rumbo a casa, se da un baño y con toda desesperación toma su mejor ropa y después de una fugaz mirada al espejo toma camino para ver (con la emoción concentrada de algunos días) a su amada Ana. 

Ana lo esperaba ya en el umbral de la puerta y con toda amabilidad le ayuda a abrir el pequeño pórtico, a penas suficiente para que la moto compacta del chico quepa.

—Cariño, de veras que te extrañé.

—Lo sé mi pequeña, sabes que yo te extrañe también.— dice él mientras la toma de la cintura, la pega a su cuerpo con un tirón lento pero firme y le moja los labios con la lengua.

Entran a la casa y un pequeño bowl con palomas de maíz los espera ya en la mesa, una película en el DVD y un buen momento. Disfrutaron de la película como siempre, tomados de la mano dándose besos en la frente regularmente, no había pasado mucho tiempo cuando comenzó a llover, quizás ni lo notaron hasta que la película terminó, pues hundidos en sus arrumacos y tonterías al oído ni un holocausto hubiera llamado su atención. aún no escampaba y él tenía que irse sin embargo la insistencia exagerada de Ana, con el pretexto de que podría ser peligroso manejar bajo la lluvia,  dio resultado. 

Volvieron al sillón a ver llover, como aquellas ocasiones cuando miras fijamente algo pero tu imaginación vaga por otros rumbos, pasado un tiempo, como ya era su costumbre, comenzaron a besarse con pasión los labios. El ambiente que la lluvia otorgaba no hizo más que detonar un impulso que ya se escondía en ellos pero que habían reprimido durante algunos meses. Fue ella quien tomó la iniciativa, colocó la mano de Mario sobre su pierna, con una falda tan corta la tentación fue irresistible y él evitó fácilmente el pedazo de tela mientras deslizaba con delicadeza los dedos hacia el lugar más esperado, de manera inteligente se detuvo poco antes de tocar su vagina al tiempo que ella (inconscientemente) daba un ligero suspiro, abría la boca y levantaba la cabeza, Mario aprovechó el momento y beso su cuello y con esto la detonó. 

Mario no había retirado su mano de su entrepierna por eso logro sentir como su novia se escurría lentamente, quitó su mano y sin pensarlo lo chupó, vaya, un sabor delicioso que sin mayor remedio hizo que todo lo que estaba bajo sus pantalones se pusiera rígido. Él se giro y se sentó bien sobre el sillón al tiempo que jalaba a Ana y la colocaba sentada sobre el, lentamente le quitó el suéter ligero tejido y seguido de ello la blusa, ella no se quedó atrás, arrancó la playera de Mario, y en acto de ansiedad, desabrochó su cinturón, hábilmente ella misma se despojo de su sujetador y lo lanzó hacía ningún lugar colocando sus enormes pechos casi perfectamente redondeados sobre la cara de Mario, él la tomó de la cintura y recorrió su espalda con la yema los dedos una vez llegó a la altura de los hombros pasó las manos al frente y tomó ambos pechos presionándolos ligeramente y posteriormente besándolos con notable excitación. 

Ana se deslizó y se arrodillo frente a él, bajó el cierre de su pantalón y tomando con trabajo el grueso miembro lo jaló e introdujo en su boca, recorriendo con la lengua lo que ella podría describir como su futura adicción. Mario retiró las bragas de la chica y la montó de nuevo sobre él, ella se escurría y sin más ni más lo hizo entrar y con esto un marcado suspiro salio de Ana, quien con una mirada profunda y una respiración agitada se recargo sobre él y moviendo la cintura poco a poco más rápido logro lo que pocas mujeres logran, una sensación increíble, cierra los ojos un momento, detiene el sensual movimiento de caderas, con la boca abierta, el cabello cubriendo parte de su cara, le cuesta respirar, da grandes bocanadas interrumpidas por unos largos segundos se silencio exhalando el aire, sus piernas (que aun estaban sobre Mario) tiemblan y ella arquea la espalda tras cada respiración. Mario la mira, lame un poco su cuello con la punta de la lengua y finamente le clava los labios en la clavícula, pudo sentir como ella se derramaba.
— tranquila princesa. Dijo mientras rodeaba con sus brazos la espalda de Ana y levantaba la cadera con la intención de clavar lentamente su falo en ella.
La chica tomo aire una vez mas y después de tragar aire lanzó un quejido, se dejó caer sobre el agresivamente.

Ambos se incorporaron, no para dar por concluida la situación sino para darle una nueva forma al placer, ahora ella boca arriba y el sobre ella, Mario la toma del cuello acercándose a ella hasta sentir sus pezones erectos acariciando su pecho resbaloso por el sudor. Ana por su parte toma con una mano el pene de Mario y lo mete en si misma externando un pequeño gesto de dolor que innegablemente le encanta.
Mario empuja su cadera hacia ella y ella lo recibe bonachona, se acoplan perfectamente hasta sus respiraciones y gemidos se sincronizan, se miran a los ojos y con ultimo empujón termina todo, ella da arcadas y el mas editado por el placer de su novia que por el propio se sale de ella y termina, dejando una laguna amplia sobre su abdomen y algunos chispazos en su pecho. Mario se recarga en ella y ambos exhaustos de besan y miran con total felicidad.

Después de hacer los menesteres correspondientes y asearse deciden ir a la cama, esa noche duermen juntos inocentemente...

Al día siguiente Mario fue aprendido por su jefe por haber llegado a tremendas horas, durante sus deberes laborales no dejó de pensar ni una vez en lo que paso con ella. Ana en la escuela incapaz de prestar atención no soportó las ganas de contar cada detalle de su noche. Quizás sea solamente el comienzo de  pequeños desenfrenos bien dirigidos...

Una tarde de lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora