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cipio oculto pone de nuevo en movimiento los má- gicos piñones y las ruedas fantásticas. La cuerda de plata no quedó suelta para siempre, ni irreparable- mente roto el vaso de oro. Pero, entretanto, ¿dónde estaba el alma?
Sin embargo, aparte de la inevitable conclusión a priori de que tales causas deben producir tales efectos, de que los bien conocidos casos de vida en suspenso, una y otra vez, provocan inevitablemente entierros prematuros, aparte de esta consideración, tenemos el testimonio directo de la experiencia mé- dica y del vulgo que prueba que en realidad tienen lugar un gran número de estos entierros. Yo podría referir ahora mismo, si fuera necesario, cien ejem- plos bien probados. Uno de características muy asombrosas, y cuyas circunstancias igual quedan aún vivas en la memoria de algunos de mis lectores, ocurrió no hace mucho en la vecina ciudad de Bal- timore, donde causó una conmoción penosa, inten- sa y muy extendida. La esposa de uno de los más respetables ciudadanos- abogado eminente y miem- bro del Congreso- fue atacada por una repentina e inexplicable enfermedad, que burló el ingenio de los médicos. Después de padecer mucho murió, o se supone que murió. Nadie sospechó, y en realidad

El entierro prematuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora