4

302 3 0
                                    

no había motivos para hacerlo, de que no estaba verdaderamente muerta. Presentaba todas las apa- riencias comunes de la muerte. El rostro tenía el habitual contorno contraído y sumido. Los labios mostraban la habitual palidez marmórea. Los ojos no tenían brillo. Faltaba el calor. Cesaron las pulsa- ciones. Durante tres días el cuerpo estuvo sin ente- rrar, y en ese tiempo adquirió una rigidez pétrea. Resumiendo, se adelantó el funeral por el rápido avance de lo que se supuso era descomposición.
La dama fue depositada en la cripta familiar, que permaneció cerrada durante los tres años siguientes. Al expirar ese plazo se abrió para recibir un sarcófa- go, pero, ¡ay, qué terrible choque esperaba al marido cuando abrió personalmente la puerta! Al empujar los portones, un objeto vestido de blanco cayó re- chinando en sus brazos. Era el esqueleto de su mu- jer con la mortaja puesta.
Una cuidadosa investigación mostró la eviden- cia de que había revivido a los dos días de ser se- pultada, que sus luchas dentro del ataúd habían provocado la caída de éste desde una repisa o nicho al suelo, y al romperse el féretro pudo salir de él. Apareció vacía una lámpara que accidentalmente se había dejado llena de aceite, dentro de la tumba;

El entierro prematuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora