puede, no obstante, haberse consumido por evapo- ración. En los peldaños superiores de la escalera que descendía a la espantosa cripta había un trozo del ataúd, con el cual, al parecer, la mujer había intenta- do llamar la atención golpeando la puerta de hierro. Mientras hacía esto, probablemente se desmayó o quizás murió de puro terror, y al caer, la mortaja se enredó en alguna pieza de hierro que sobresalía ha- cia dentro. Allí quedó y así se pudrió, erguida.
En el año 1810 tuvo lugar en Francia un caso de inhumación prematura, en circunstancias que con- tribuyen mucho a justificar la afirmación de que la verdad es más extraña que la ficción. La heroína de la historia era mademoiselle [señorita] Victorine La- fourcade, una joven de ilustre familia, rica y muy guapa. Entre sus numerosos pretendientes se con- taba Julien Bossuet, un pobre littérateur [literato] o periodista de París. Su talento y su amabilidad ha- bían despertado la atención de la heredera, que, al parecer, se había enamorado realmente de él, pero el orgullo de casta la llevó por fin a rechazarlo y a ca- sarse con un tal Monsieur [señor] Rénelle, banquero y diplomático de cierto renombre. Después del ma- trimonio, sin embargo, este caballero descuidó a su mujer y quizá llegó a pegarla. Después de pasar
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