EL LLANTO DE LOS PINOS

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No sé ni el "cómo", ni el motivo, ni en qué momento exactamente. Pero es como una honda succión y deguste del irresistible sabor de un mate amargo cuando el sol se está tapando para irse a dormir.

Hay un momento en el que los pinos lloran, ¿sabías?, quizás nadie se da cuenta, pero así es.

Me encontré sentado en un banco de la plaza del que me sentía dueño, cerca de la hora de la muerte y, de repente, los pinos comenzaron a llorar, pero no uno, ni dos, ni veinte, ¡todos!.

Los cuatro pinos que estaban conmigo tarareando "Arabella's got a 70's edges..." y fumando de mi mismo cigarrillo lloraron. Pero no fueron dos o tres lagrimas, fue una inmensa cascada.

Un ejército de quinientos mil soldados a caballo y más de dos millones a pie, con toda su armadura y valentía, hechos de gotas, de lágrimas, se abalanzó sobre mí. Fue una lluvia torrencial que mojaba hasta debajo de la piel. No había paraguas que te salvase, ni impermeable que se resista, quedé sumergido, me rodearon esas gotas de todos los colores, de todos los nombres y edades.

Fue una lluvia que duro una eternidad debajo de esos pinos. Y yo me preguntaba por dentro, porque la perplejidad no me dejaba ni pestañear, ¿por qué lloran?, ¿será que recuerdan?, ¿será que aman?, ¿será que se dan cuenta?

Por qué lloran, no lo sé, pero su llanto es más hermoso que todas mis carcajadas, que todas las alhajas egipcias, que el café en ese lugar falso con música falsa tomado por alguien falso, en una calle falsa de una ciudad falsa llena de gente falsa.

Me hacen acordar a mí estos pinos, me sería dichoso ser tan noble como una sola de sus hojas siquiera.

No sé ni el "cómo", ni el motivo, ni en qué momento exactamente. Pero los pinos lloran, por un segundo o una eternidad, que es más o menos lo mismo.

Me levanto, cruzo la calle, vuelvo al mundo.

PerplejismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora