La insoportable opresión de los pulmones, lasemanaciones sofocantes de la tierra húmeda, la mortaja que se adhiere, elrígido abrazo de la estrecha morada, la oscuridad de la noche absoluta, elsilencio como un mar que abruma, la invisible pero palpable presencia delgusano vencedor; estas cosas, junto con los deseos del aire y de la hierba quecrecen arriba, con el recuerdo de los queridos amigos que volarían a salvarnossi se enteraran de nuestro destino, y la conciencia de que nunca podránsaberlo, de que nuestra suerte irremediable es la de los muertos de verdad,estas consideraciones, digo, llevan el corazón aún palpitante a un grado deespantoso e insoportable horror ante el cual la imaginación más audazretrocede.