Miré, y la figura invisible que aún seguía apretándomela muñeca consiguió abrir las tumbas de toda la humanidad, y de cada una salíanlas irradiaciones fosfóricas de la descomposición, de forma que pude ver susmás escondidos rincones y los cuerpos amortajados en su triste y solemne sueñocon el gusano. Pero, ¡ay!, los que realmente dormían, aunque fueran muchosmillones, eran menos que los que no dormían en absoluto, y había una débillucha, y había un triste y general desasosiego, y de las profundidades de losinnumerables pozos salía el melancólico frotar de las vestiduras de losenterrados. Y, entre aquellos que parecían descansar tranquilos, vi que muchoshabían cambiado, en mayor o menor grado, la rígida e incómoda postura en quefueron sepultados. Y la voz me habló de nuevo, mientras contemplaba: