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    Unos minutos después de que esta fantasía se apoderasede mí, me quedé inmóvil. ¿Y por qué? No podía reunir valor para moverme. No meatrevía a hacer el esfuerzo que desvelara mi destino, sin embargo algo en micorazón me susurraba que era seguro. La desesperación— tal como ninguna otraclase de desdicha produce—, sólo la desesperación me empujó, después de unaprofunda duda, a abrir mis pesados párpados. Los levanté. Estaba oscuro, todooscuro. Sabía que el ataque había terminado. Sabía que la situación crítica demi trastorno había pasado. Sabía que había recuperado el uso de mis facultadesvisuales, y, sin embargo, todo estaba oscuro, oscuro, con la intensa y absolutafalta de luz de la noche que dura para siempre.

El entierro prematuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora