Las torturas que soporté, sin embargo, fueronindudablemente iguales en aquel momento a las de la verdadera sepultura. Erande un horror inconcebible, increíblemente espantosas; pero del mal procede elbien, pues su mismo exceso provocó en mi espíritu una reacción inevitable. Mialma adquirió temple, vigor. Salí fuera. Hice ejercicios duros. Respiré airepuro. Pensé en más cosas que en la muerte. Abandoné mis textos médicos. Queméel libro de Buchan. No leí más Pensamientos nocturnos, ni grandilocuenciassobre cementerios, ni cuentos de miedo como éste.