Oraciones de despedida, las tardes los días las semanas los meses los años de la vida, si por voluntad y capricho, acaso tuyo o mío, con ojos necios y encendidos, damos con enviar con la firme convicción de ser escuchados. Y es que, a razón de verte suculenta en tus perspectivas, dueña de todas las posibilidades que cabe esperar si hay un adiós, me encuentro viéndote firme, con carácter de militar y esa sonrisita mágica heredada de mamá a quien aprendiste a respetar cuando se molestaba por cosas sin importancia. Maneras que tiene la naturaleza de darte la palabra al entenderte ama, dueña y señora de un caos que se arremolina en ti, y de los ojos emana una chispa iracunda que arrasa con mis modos, maneras y posturas de asumirte, para someterme a tus principios y resabios de mujer Koala. Había aprendido a hablar con palabras, todas escritas, y en el papel que pocas veces usé para referirme a eventos donde estuviste inmiscuida, conté historias de otras vidas, de otras personas, de una mujer diferente a ti que jamás conocí y de la cual tengo un enorme recuerdo, como si la soñara en vigilia representada en todo, en tu silencio, en el inaudito lenguaje que pretendes usar si oso cruzar las barreras que creas y crees obstinada.