SIETE | Tiranos, gacelas y alcohol

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"Hey honey you could be my drug, you could be my new prescription too much could be an overdose" - Everybody Talks, Neon Trees.


Effy.

Salí de casa, el barrio seguía igual. Todo seguía igual con o sin mí. El mundo no dependía de mí, sólo cuatro granitos de arena dependían de mis acciones, pero nada más. Cuando eres adolescente, te crees capaz de movilizar tierra, mar y aire con tal de querer cambiar el mundo pero lo único que cambian son tus ansias que disminuyen con el tic-tac del reloj y nos convierte en adultos aburridos y sin ambiciones. Pagar facturas, llevar un trabajo de mierda (pero aun así verte obligado a hacerlo a para alimentar las bocas de tus engendros a los que tu llamas hijos) a la vez que los medios, la sociedad y la política alimentan tu cerebro con mierda y más mierda para que no seas una mente diferente y así llevar una vida normal. Aun sabiendo todo esto, sonríes y te autoconciencias una falsa libertad que cuatro tiranos te han hecho creer y has escuchado durante toda tu puta vida. Eso es nuestra vida, es nuestra sociedad occidental. ¿Y que hemos creado? Hemos creado adultos fracasados como yo, que no saben qué rumbo tomar ya que en ése cruce de caminos he estado toda mi vida, mirándolo embobada entre drogas, medicamentos y fiestas. Sigo en el punto de inicio, y debo mover ficha o seguiré siendo una loca fracasada que ha estado haciendo lo mismo toda su vida.

Era de noche, era la tercera que pasaba en el jodido Bristol. Había tenido muchas noches locas y movidas en la ciudad, pero otras tranquilas y esta noche buscaba la noche alta en adrenalina. No quería otra noche encerrada en cuatro paredes porque de eso ya hace tiempo que estoy haciendo, quería drogarme, emborracharme y esas cosas que solía hacer.

Entré a un pub por el centro de Bristol, la poca iluminación le daba un ambiente misterioso junto con el papel burdeos de la pared. Una fina melodía de un saxofón iba a compás del repiqueteo de mis tacones por la madera anaranjada. Había poca gente, algunos directivos, y parejas. Al entrar me sentí el centro de todas las miradas masculinas.

Eso me encantaba.

Me senté en un alto taburete de la barra y ordené al barman un Martini, el rey de los cócteles. De seguida llegó el licor en una fina copa, y el transparente líquido recorrió mis labios impregnando aquel amargo sabor.

La gacela tiene que buscar a su presa o se queda hambrienta -pensé.

Giré sutilmente la silla y me topé con una mirada verde menta. Pasé mis finos dedos por las piernas desnudas hasta topar con el rojo tejido del vestido que tapaba la mitad de mi muslo. Cambió de postura en la silla y se abrió ligeramente de piernas, yo lo señalé con el dedo índice ordenándole que viniera junto a una sonrisa traviesa.

Y la abeja vino el néctar; pensé.

Apoyó su mano contra el mármol negro de la barra y se aproximó a mí, respirábamos el mismo aire. Podía oler su fresco perfume y leer en sus ojos la ansia por destriparme la ropa, su mirada se posó en mi tórax. Posé mi fina mano sobre su dorada cabellera atrayéndolo hacia mí, pero era de verdad sus ojos verdes que me ponían a rabiar. Inconscientemente su piel morena hacia que sus ojos verdosos casi irreales dominaran cualquier fémina mirada.

- Niña mala, una niña muy mala -Escuché al cabo de unos minutos cerca de mi oreja su voz masculina terciopelada mezclado de un acento italiano.

- Como buen italiano, no lo has hecho nada mal -dije con sarcasmo- ¿soy yo tu chica por esta noche? Porque dime, ¿cuantas han caído rendida a tus pies para chuparte la polla haciendo esas miraditas?

- Vaya... ahora resulta que tú me has sorprendido a mí, -hico una breve carcajada y se sentó justo a mi lado, observando por enésima vez mis piernas las cuales se dejaban ver por el destape de la falda- ¿Quieres tomar una copa?

El italiano rompecorazones llamado Sonny alzó la mano para captar la atención del barman, y pidió una copa de vino tinto. La yema de sus dedos se deslizaron por mi cadera muy suavemente mientras hablábamos, provocándome un escalofrío en la nuca. Mordí mi labio inferior y él rio.

- ¿Cómo te va todo? -seguía deslizando su mano por mi pierna.

- No he sido muy buena que digamos. Creo que sabes suficiente.

- Al parecer no soy el único que le vaya eso de cumplir leyes, -sonreí como una estúpida- ya sabes por dónde voy.

- ¿Se me nota mucho?

- No, pero uno tiene experiencia. Puedo notar tu vacía y triste mirada, - su voz disminuyó y acercó sus finos labios a mi oreja- Yo también he estado en ése lugar, créeme. No soy un hombre muy bueno que digamos.

- ¿Te crees Christian Grey? Porque si piensas que una habitación con todo tipo de cacharros extraños te hace pensar que eso es peligroso, lo llevas claro. Me va el sexo... y el peligro pero no lo mezclo. No me va el sadomaso -dije muy seria y con voz ronca, él hico unas sonoras carcajadas.

Una hora más tarde...

Aún sentía el ardor en mis fosas nasales, esa mierda era buena. Ambos no tardamos mucho en compatibilizar para que luego, a los veinte minutos gimiéramos como locos en la habitación de un lujoso hotel a las afueras de Bristol. Los dos cuerpos deseosos jugando en la ancha cama con una luz tenue a altas horas de la madrugada. Era el sitio perfecto para traer a ligues de una sola noche. Era el placer extremo que siempre había ido buscando. Sonny definitivamente era el dios del sexo. Raramente, me sentí por un momento como la horrorosa saga de Cincuenta Sombras de Grey.

Suspiré de placer cuando Sonny acabó, nadie había logrado mantenerme tanto tiempo y con tanto placer. En ése sitio celestial.

- No lo haces nada mal, buena coca por cierto-dije una vez finalizamos.

- Cosecha propia, claro. Tú tampoco has estado nada mal, Effy.

Skins: Esto aún no ha acabadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora