Pan amasado

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Claudio ponía su mano en un vaso con pisco, luego en una bolsa de cocaína y le llenaba la cara a su mujer, la cuál, desnuda y de rodillas era penetrada por el ano. Esto le causaría un dolor que duraría una semana, pero no le impedía levantarse a las seis de la mañana del día siguiente para hacer pan. Mireya, trabajaba sin descanso en su casa, su jardín frontal estaba lleno de su dulce dedicación, árboles de deliciosas frutas, hortalizas y algunas flores. Su hijo Diego, fue el primero en levantarse en la mañana, Mireya estaba preocupada debido a los gritos de la noche anterior, pero él no estaba.
Diego había ganado cincuenta mil pesos vendiendo pasta base, y la gastó toda en cocaína la misma noche para luego inhalarla con sus amigos, llegó a las cinco de la mañana, se fumó un gramo de marihuana y escuchó música hasta las diez, se levantó abrió una lata de cerveza se comió un pan amasado y se fue a dormir. El olor a pan de domingo levantó a Manuel de su sueño, el hijo mayor de Mireya, pero no de Claudio, saludó a su madre, tomó un pan y salió en su bicicleta. Manuel llegó a casa de su novia Lidia, tuvo sexo con ella y luego, desnudos en la cama conversaron:
-"Anoche mi mamá gritaba como loca, parece que este viejo culia'o le anda dando falopa", Dijo Manuel preocupado
-"Que horrible esa wea, ese viejo siempre ha sido un cochino. Héchale a los pacos", respondió Lidia intentando enfatizar un poco de enojo, pero ella pensaba más en la noche anterior, en lo borracho que estaba su amante y en lo tonta que se sentía por engañar a Manuel con el desconocido joven de la discoteca, en lo asqueroso que es ser penetrada en el baño de hombres y en la 30 pastillas que se tomó en la mañana para aguantar el dolor de cabeza
-"Los pacos nunca hacen nada, mejor ni pensemos en eso", dijo Manuel y abrazó los pechos de Lidia, cerró los ojos, y ambos simularon dormir, con mil pensamientos y mucha angustia.
Mireya entró a la habitación de Felipe, quien también había escuchado los gritos de su madre en la noche. Felipe decidió salir para no escucharlos, no quería ser golpeado por su padre, la cicatriz en su espalda quedó como un recordatorio de lo fuerte que es su padre con un cinturón, una noche entera de aguardiente y un enojo explosivo. La noche de Felipe estuvo repleta de miedo, pues le temía a todos. A todos excepto a su amigo Juan. Felipe y Juan se veían en las noches para jugar, conversar y drogarse con lo que sea. Robaban encendedores y aspiraban el líquido, o correctores a sus compañeros, a veces marihuana, lo que fuera para estar fuera de sí mismos y se su miserable existencia. Esa noche, Felipe invitó a Juan a enseñarle su pene.
A sus cortos 12 años, Juan había sido violado muchas veces por su padre, lo cual excitaba a su madrastra. Ambos golpeaban y abusaban de Juan, incluso tenían sexo enfrente de él, mientras él lloraba de dolor en el piso. Juan ya lo había visto todo, y su amor por Felipe, su único amigo era muy fuerte.
Subieron a la "Piedra del Cuervo", un lugar que estaba lleno de condones usados, ropa, colillas de cigarro y botellas de todo tipo de licor. Un nido de amor para parejas. Allí, ambos se masturbaron, fumaron pasta base y se fueron a sus casas.
Mireya hizo las camas, lavó la ropa, barrió y limpió todo mientras Claudio veía la tele. Los porotos del almuerzo estaban listos, y Felipe se levantó a almorzar, no saludó a nadie y se comió todo el plato sin dejar de mirar hacia él. Tomó su bicicleta y se fue a jugar a la pelota. Claudio fue a los tragamonedas. Mireya fue a ver su anciana madre.

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