"Es un buen lugar, Harry. Puedes pedir a cualquier bailarín."
El pelirrojo extendió sus brazos, mostrándole a su amigo cada rincón del ruidoso bar gay.
Harry miró hacia los caños de baile, en donde varios chicos meneaban sus caderas al ritmo de la música. El ojiverde posó su mirada sobre un chico en especial.
"Lo quiero a él. Pero lo quiero en mi casa, en mi cama." Apuntó hacia el muchacho.
Steve negó.
"No puedes llevarlos Harry, debe ser aquí, tienen habitaciones." Harry gruñó.
"Steve." Mandó su cabello hacia atrás. "Diles que estoy dispuesto a pagar medio millón de dólares para que esos ojos azules me miren mientras me hace una mamada en mi jodida casa, ahora." Espetó obligando a su amigo.
"Pero Harry..." Trató de hablar, pero el rizado lo interrumpió.
"Hazlo."
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Ambos chicos caminaron entre los pasillos del bar, en busca de la oficina del dueño del lugar.
Harry estaba convencido de que podría tener a ese chico en su casa en casi nada de tiempo, pues ningún idiota puede rechazar medio millón de dólares, es imposible.
En cuánto encontraron la oficina, muy alejada de la disco y la música casi inaudible, tocaron la puerta y escucharon un leve "adelante."
Steve abrió la puerta dejando a Harry pasar primero. Los dos chicos se encontraron con un señor de unos 50 años, forrado en dinero, y dos guardias de seguridad, a un lado de su gran escritorio.
Una placa bañada en oro se encontraba sobre la mesa, que dejaba a la vista el apellido "Montgomery."
"¿En que les puedo ayudar, señores?" Dijo él mientras subía sus cortas piernas sobre el escritorio.
Harry se acercó más dejando atrás a Steve. Miró detenidamente al señor en frente de él y luego dió una media sonrisa.
"Tengo dinero que ofrecer, a cambio de uno de tus bailarines." Habló directamente, haciendo que el viejo levantara una ceja de inmediato.
"Ellos no estan en venta." Harry negó.
"Mire, señor Montgomery." Sacó lentamente su billetera. "No le pregunté si estaban en venta. Así que, traigame al chico ojiazul de buen trasero, mientras yo le dejo 500 dólares en ésta mesa." Sacó los billetes y observó a Montgomery, Steve riendo bajo por la cara de sorpresa del señor.
"Llamen a Tomlinson, ahora." Mandó Montgomery a sus guardias mientras juntaba los billetes y los guardaba en uno de los cajones de su escritorio.
En segundos los guardias fueron, y volvieron con el chico ojiazul a la oficina.
Harry lo observó bastante bien, cada detalle del cuerpo del chico, y pensando:
"Cuántas ganas tengo de romper ese maldito culo."
Louis lo miró con disimulada timidez, esperando por alguna palabra de parte del mayor.
"Así que, señor..." Montgomery esperó por el apellido de Harry.
"Styles." Completó.
"¿Lo quiere o no?" Le preguntó directamente. Louis miró a su jefe con confusión.
"¿Ahora me vendes, Montgomery?" Cuestionó.
El señor asintió.
"Vales mucho al parecer." Susurró. "Señor Styles, decida." Continuó.
Harry miró a el chico por segunda vez, escaneandolo de pies a cabeza y luego de morder su labio inferior, asintió.
El señor Montgomery sonrió y miró a Louis.
"Vendido."
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