Cuando tú eres tu propio demonio
¿Qué harás para escapar?
Ves las sombras danzar tras la puerta, escuchas el sonido de mil cosas al ser arrojadas y estrelladas contra el piso, tienes miedo de abrir, porque sabes lo que encontraras del otro lado. Corres a refugiarte debajo de las sábanas de tu cama, cierras fuertemente los ojos mientras empiezas a tararear una canción para acallar a los demonios que te rodean y desean consumirte.
Pasa el tiempo, trayendo consigo un silencio tan denso que en vez de causarte tranquilidad ha originado que el temor vuelva con mayor fortaleza. Sales de tu refugio con paso trémulo en dirección a la puerta, la abres lentamente como si con ello pudieses evitar la funesta imagen que te aguarda, sabes lo que se avecina y simplemente terminas confirmándolo cuando tus ojos detallan el panorama que adorna la sala, los vidrios esparcidos conforman el adorno ideal para los rastros de sangre que recorren el sitio, como si de los trazos de una pintura se tratase.
Caes en pánico cuando comienzas a dirigirte a la única alcoba que aun preserva una ligera luz parpadeante, al abrirla te percatas del desorden que hay, también, de los rastros de lucha que culminan en una esquina, y... como si fuese una cruel y sanguinaria ironía del destino encuentras a tus padres sonriéndote de manera torcida con sus bocas cosidas.
Tiemblas incontrolablemente retrocediendo con pasos inseguros, permitiendo a las lágrimas correr libremente por tu rostro, tropiezas con una de las innumerables cosas que se encuentran desperdigadas en el piso dando testimonio de lo que se llevó acabo ahí. Aguardas la caída, pero esta nunca llega, puesto que alguien te sostiene firmemente por la espalda, sudas frío, empiezas a moverte fuertemente con la intención de alejarte de su alcance, cuando lo logras y volteas el rostro para enfrentarle, te topas con una sonrisa diabólica que te hiela hasta el alma,... gritas, deseas que desaparezca, sin embargo con ademanes te indica que guardes silencio mientras susurra que no se lo cuentes a nadie. No deja de lado esa mueca de burla que te dedica sin apartar la mirada de tus facciones, al ver que no tienes ninguna reacción, comienza a reír de una forma estruendosa, incluso maniática, originando que cierres los ojos y grites de agonía.
Grande es la sorpresa que te llevas al toparte con el techo blanco de tu habitación, además de la presencia de tu madre a un costado de la cama pidiendo que te calmes, respiras con tranquilidad al saber que nada de lo que viste ha sido real. Cuando te haces conciente de que te han estado cuestionando la razón de tus gritos, escuetamente respondes -Ha sido una pesadilla, no te preocupes-
Ella, con una mueca de inconformidad te regaña, argumentando que han sido innumerables las ocasiones que despiertas de manera alterada al soñar con lo mismo, además de pedirte confianza para que le narres lo que te aqueja mientras duermes, ya que existe la creencia de que si le cuentas a alguien lo que vives en tus sueños, estos jamás se volverán realidad y dejaran de atormentarte.
Con mirada titubeante te debates mentalmente sobre si decirle lo que ves cada noche al dormir, debido a que la última frase que siempre te dedican rezumba fervientemente en tu mente. Te resignas, comienzas a relatar todo lo que te agobia, mientras te escuchan con una mirada de serenidad que intenta transmitirte el sentimiento, sin embargo al terminar y pese a las palabras de aliento que recibes, sientes como si acabaras de cometer el peor error de tú vida, con ello un mantra incesante comienza a repetirse en tu cabeza "No se lo cuentes a nadie"
ESTÁS LEYENDO
No se lo cuentes a nadie
HorrorLos sueños o pesadillas... siempre hemos pensado que son creaciones hechas por nuestra mente en la subconsciente, y quedan como un simple recuerdo borroso que desaparece después de una noche. ¿Qué sucede cuando se vuelven realidad?