Abro mis ojos. De repente los ruidos molestos vuelven a mi cabeza, recorren mi cerebro de un lado al otro como un taladro atravesando el concreto. Son sólo las diez de la mañana, quizás unos minutos menos, en realidad no importa. Me levanto de mi silla en dirección al baño. Creo que tal vez una pequeña distracción de unos minutos pueda librarme del cansancio que siento. Tal vez un vaso de agua y una aspirina alivien este dolor de cabeza y esta contractura en la espalda que no me dejan pensar.
En el baño, todas las puertas cerradas, todo ocupado. ¡Solo quiero un lugar sin gente, sin ruido! ¡Quiero un poco de tranquilidad! Hoy es jueves y la rutina de toda la semana pesa fuerte sobre mis hombros. El único pensamiento reconfortante es el del fin de semana acercándose. ¡Tengo que encontrar un lugar donde descansar mi cabeza! Pienso nuevamente. De repente... una idea.
Subo las escaleras hasta el piso siguiente. La puerta está sin llave. Salgo a la enorme terraza del viejo edificio y me dirijo hasta el borde para ver el paisaje. Cierro los ojos un instante para sentir la brisa fresca en mi cara. Por fin una sensación de alivio empieza a recorrer mi cuerpo y mi mente. Me digo a mi mismo: "solo cinco minutos y vuelvo a trabajar antes de que alguien note mi ausencia".
Pasados algunos minutos y con mi cabeza un poco mejor decido bajar nuevamente a mi puesto de trabajo. Cuando estoy por atravesar la puerta, me doy la vuelta para observar el paisaje y sentir la brisa fresca una vez más. Pero esta vez algo es diferente en la terraza, algo ha cambiado, es como si la realidad se hubiera modificado en ese instante en que le dí la espalda.
Me vuelvo sobre mis pasos lentamente. De repente la puerta se cierra. Intento abrirla pero parece sellada por dentro. El aire es denso y ya no corre esa refrescante brisa, que hacia unos instantes, tanto había disfrutado. Los colores, el brillo de las cosas, los sonidos, todo es diferente. Se asemeja mucho a un sueño salvo por mis sensaciones que son cada vez más intensas.
Giro trescientos sesenta grados para observar todo el panorama que me rodea y de repente... para mi sorpresa, algo brilla en el suelo, en uno de los rincones más alejados de la terraza. Me acerco lentamente. El brillo es cada vez más intenso. No puedo distinguir que es ni que forma tiene. Sólo brillo es lo que veo. Me agacho para tocarlo y...
Abro mis ojos. La luz duele en mi retina. Tengo la sensación como de una de las peores resacas de mi vida. Estoy tirado en el piso de lo que parece ser una playa de estacionamiento pero vacía, sin ningún auto a la vista. Me logro reincorporar con mucho esfuerzo y corro hacia la puerta. Está abierta. Bajo las escaleras y comienzo a advertir que es el edificio de mi trabajo, en donde me encontraba antes, pero es diferente. Las paredes son de otro color, el piso es de otro material, hay enormes vidrios y espejos. El lugar esta en construcción todavía, por lo que puedo advertir. Sigo bajando escaleras para poder llegar a planta baja y salir a la calle.
Una vez en la calle, me doy cuenta de que allí se está construyendo un centro de compras. ¡Todo esto es muy raro! ¿Estoy en un sueño? Me pregunto, totalmente confundido. ¡Necesito irme de este lugar! Necesito encontrar un lugar o a alguien que me sea familiar para poder poner mi cabeza en orden y volver a mi trabajo, a mi rutina. Emprendo entonces el camino hacia mi departamento que se encuentra a unas quince cuadras de aquí.
En el camino observo los edificios, los negocios, las casas. Todo parece diferente a lo que recuerdo pero al mismo tiempo me es familiar. Una vez en el edificio recuerdo que no tengo conmigo las llaves. Estaban en mi maletín, en mi oficina, que ahora es un centro comercial en construcción. No me queda otra que esperar que alguien entre al edificio o salga para poder entrar.
Unos minutos más tarde alguien llega y abre la puerta. Aprovecho la oportunidad y entro. Subo por el ascensor hasta el sexto piso y ansioso intento abrir la puerta de mi departamento. Está cerrada. ¡Maldición! Saco mi teléfono celular del bolsillo y pienso en llamar a mis padres o a un amigo. En eso se escucha una voz desde adentro de mi departamento que dice: ¿Quién es? ¿Quién anda ahí?
Un frío recorre mi espalda. Una sensación de terror se apodera de mí. Esa voz me es conocida. Esa es... mi voz. ¡¿Cómo puede ser?! ¡No lo entiendo! Hay otro yo en mí departamento. En un total estado de pánico bajo corriendo por las escaleras. Llego hasta el palier. Allí el aire es denso y la sensación que tuve en la terraza se hace presente de nuevo. El objeto brillante está ahí, al frente mío otra vez. Me agacho para tomarlo y...
Abro mis ojos. De nuevo la sensación de malestar. Me levanto del suelo y salgo corriendo del edificio. Menos mal que desde adentro no necesito llave para abrir la puerta. Corro desesperado hasta la oficina para buscar la llave y poder ver quien está dentro de mi departamento. ¡No puedo ser yo! ¡Yo estoy aquí!
Cuando llego, con mucho alivio, veo que todo ha vuelto a la normalidad, o por lo menos a mi normalidad. Llego a mi puesto de trabajo y todo está como lo dejé. De repente siento que me tocan el hombro. Es mí jefe pidiéndome que termine un informe pendiente. ¡Enseguida se lo llevo! Le contesto. Me siento en mí escritorio pero mi cabeza no logra enfocarse en el trabajo que tenia que terminar. No aguanto más la curiosidad. Saco del maletín la llave del departamento y corro a tomar un taxi hasta el departamento.
Una vez al frente de la puerta, un escalofrío me sube por la espalda. Junto coraje y abro de golpe la puerta. Nadie estaba allí. Silencio absoluto. ¿Un mal sueño? Pienso. Pero luego recuerdo un documental que había visto unos días atrás. ¿Realmente es lo que estaba pensando? Pero... ¿Qué era el objeto brillante? ¿Tuve realmente el privilegio de ver, por un momento, una realidad paralela?...