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Lejos de allí, Jim y Robin caminaban por las calles apestadas de Rhor. Apestaban a miedo y angustia, pero ellos caminaban erguidos, con la frente en alto, a zancadas fuertes y decididas, como si ambos hubiesen dormido y comido adecuadamente los últimos tres días, aunque pocas cosas estaban más lejos de la realidad.

En realidad, trataban de inspirar confianza en los corazones atemorizados de Rhor. La Matriarca observó a una madre angustiada sostener a su recién nacido mientras su pequeña hija se aferraba a su falda. Jim miró directamente hacia un hombre abrazar a su anciano padre. La madre y el hombre los miraron de vuelta y con gran esfuerzo esbozaron una sonrisa de vuelta y una leve inclinación de su cabeza en señal de respeto. Sabían del sacrificio de su líder, comprendían que ella había arriesgado lo más preciado que tenía por el bien de todos y valoraban su esfuerzo por reconfortar a los demás. Se dieron cuenta de que un líder no posee el lujo del descanso, ni en su hora más oscura. Aunque Robin y Jim lograban reanimar, al menos de momento, un poco a los habitantes y refugiados de la capital de Rhor, en su fuero interno ambos caminaban profundamente preocupados, pues iban camino a una reunión que había convocado el Consejo sin mencionar la razón, por lo cual, los dos estaban tan llenos de duda como la señora que acababan de pasar y a la cual le habían sonreído de manera inspiradora.

- ¿Qué crees que desean? - inquirió Jim.

- No estoy seguro amigo mío, - respondió la aludida evasivamente - pero mis esperanzas están puestas en un arma secreta que liquide a esas malditas Bestias.

- No creo que eso suceda Robin, pero te dejaré pensarlo hasta que lleguemos.

- Si mis miedos son fundados, nos llaman para sembrar discordia.

- Eso no es bueno ni en lo más mínimo - respondió Jim, señalando lo obvio pero manifestando su desacuerdo a través del tono de su voz.

- No, no lo es, de hecho es peor que lo que nos espera allá afuera, en lugar de ser despedazados por Bestias, nos despedazaremos entre nosotros mismos.

- Nos convertiremos en ellas - complementó Jim haciendo un gesto lateral con la cabeza que apuntaba hacia las afueras de Rhor.

- Precisamente, y no podemos permitir eso.

Ambos doblaron por la última esquina antes de llegar al Salón del Silencio, el gran edificio de roca que debió haber sellado el escape de Malcom aún seguía en pie. La Matriarca ahora se preguntaba si no haberla volado había sido un error y la reunión convocada era consecuencia de ese error. Adentro del Salón estaba el Consejo en plena.

- Bienvenidos señores - dijo Balzar.

- Señores del Consejo, buenas tardes – devolvió Robin mientras tomaba posición en su silla - ¿Cuál es el asunto que convoca esta reunión extraordinaria?

- Confío en que no se trata de un arma secreta - dijo Jim irónicamente.

- Lamentablemente, - apuntó Simón sin hacer caso del comentario irónico - los sucesos extraordinarios que estamos viviendo.

- Si, - respondió Robin evasivamente - me imaginaba que se trataría de algo relacionado a eso.

Se produjo un silencio extraño dentro del consejo. La discusión a punto de comenzar sería delicada y parecía que nadie la quería iniciar.

- ¿Podríamos comenzar de una vez?, - dijo finalmente José - no me siento cómodo haciendo reuniones dentro de edificios con explosivos.

- Rob, - dijo Simón apesadumbrado - han pasado casi dos semanas y no tenemos ninguna noticia.

- Lo sé, - respondió la Matriarca - no pasa un minuto sin que lo sepa.

- No es sólo que Malcom no ha vuelto, – continuó Mikas apesadumbrado – también es el hecho de que no ha dado señal alguno. Sólo hay dos posibilidades, llegó hasta los milicianos y no hay respuesta positiva o no llegó en absoluto.

ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora