16. La pesadilla continua

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El agarré del sujeto se hizo más fuerte y su mirada lo decía todo. Estaba molesto.

--¡dije que me dejes entrar!—cerré los ojos con fuerza y sentí las lágrimas mojando mis mejillas— ¡déjame entrar! ¡Déjame entrar! ¡Déjame entrar!

Sus dedos se aferraron con fuerza a mi garganta y comencé a sentir la ausencia de oxígeno.

--¡Xavier!—volví a gritar completamente aterrada. Muchas manos comenzaron a tocarme y comencé a sentir pánico

--¡señorita!—oí la voz de Xavier, pero eso no me hizo sentir mejor, había llamado a la persona equivocada

--Nathaniel—solté en voz baja. El fantasma continuaba gritando y apretándome el cuello. Comenzaba a sentirme mareada y eso no era bueno

A lo lejos comencé a oír la voz de Xavier preguntando con desesperación que sucedía. Sentí su mano en mi muñeca y lo oí lamentarse.

--ayúdenme

La sensación de ligereza comenzaba a sentirse en mi cuerpo, era extraño. Como si flotara. Me sentía como un globo, flotando pero algo me sujetaba, aunque cada vez comenzaba a sentir menos ese agarre. Pronto flotaría con libertad. Nada me detendría.

Algo me golpeó. No sé qué fue, pero me dolió. El aire comenzó a entrar a mis pulmones y la sensación de estar flotando iba desapareciendo. Había mucho ruido y podía sentir a alguien tocándome y gritando, pero no entendía muy bien. Una sensación de hormigueo recorrió mi cuerpo y comencé a percibir todo con mayor claridad.

--¡señorita! ¿Señorita, se encuentra bien?—Xavier me sacudía con vehemencia—señorita, respóndame

--sácala de aquí Xavier--¿Antoni?—llévala a su cuarto y enciérrala en el baño, estará a salvo ahí

--Antoni, llévala tú, él no puede con ella--¿Nathaniel?

Unos brazos se colaron por debajo de mi cuerpo y pronto me sentí flotando de nuevo. Oí voces, gritos y pasos. Todo lastimando mis oídos y mi cabeza. La voz de Xavier comenzaba a oírse nuevamente. Hablaba muy rápido y decía cosas que no entendía.

--quédense adentro—habló Antoni

Sentí el piso nuevamente debajo de mí y los ruidos disminuyeron. Solo oía a Xavier. ¿Qué decía? No entendía nada. Estaba…Xavier estaba rezando.

Abrí los ojos y la luz blanca me lastimo. Estábamos en el baño, justo como oí a los chicos decir. Xavier se encontraba sentado junto a mí y permanecía con los ojos cerrados. Su boca se movía a prisa y su mano derecha cubría mi frente mientras la izquierda sostenía mi muñeca izquierda.

--Xavier—murmuré débilmente, sin embargo el hombre me escuchó

--señorita ¿se encuentra usted bien?—me incorporé con cuidado. La cabeza me dolía y me sentía más ligera. Algo extraño

--¿Qué es lo que sucede?—pregunté realmente confundida

Algo golpeó la puerta con fuerza, pero esta no cedió. Xavier se apresuró y me colocó detrás de él. ¿Cómo me protegería el de fantasmas? Se escuchó otro golpe y otro y otro. Me preocupe. Los chicos estaban ahí afuera peleando por mí mientras yo me ocultaba como una cobarde.

--señorita, manténgase detrás mío por favor—pidió Xavier como si supiera lo que mi loca cabeza pensaba

--pero Xavier, debo ayudarlos—el hombre se volvió a verme y sus ojos reflejaron sabiduría

--aun no es el momento señorita

Los ruidos se detuvieron por un largo rato. Todo estaba muy tranquilo. Demasiado. Después de esperar aterrados, otro ruido llegó a nosotros. Xavier relajó la postura y fue hacia la puerta. Cuando se apartó casi lloré de alegría. Antoni, Nathaniel y Frederick se encontraban de pie frente a la puerta mirándome con calma. Se había deshecho de los demás fantasmas ellos solos y por lo que veía no había salido lastimados. Corrí a abrazarlos y sentí mis ojos llenarse de lágrimas.

--lo siento, lo siento, lo siento—me apresuré a decir con el rostro enterrado en el pecho de Antoni—lo siento tanto. No debí irme así nada más y lamento tratarlos tan mal cuando lo único que hacen es cuidarme. Me molestan mucho, pero siempre me protegen y de verdad se los agradezco mucho y prometo jamás volver a pensar en siquiera dejar de verles u oírles

--¿pensaste eso?—me interrumpió un indignado Nathaniel—de haberlo sabido ni te hubiera ayudado—se cruzó de brazos y desvió la mirada. Un gesto que lo había visto hacer en infinidad de ocasiones y que me causaban molestia pero que ahora solo me hizo sonreír—ay, no te pongas cursi—a diferencia de Antoni, él no me devolvió el abrazo

--Nathaniel tiene razón—oí a Frederick antes de ser apartada de Nathaniel— ¿Qué paso? Creímos que estabas caminando por ahí—sus manos sujetaron mis hombros con fuerza y me sentí pequeña

--llegué al pueblo y pase por un café. Luego fui al parque y me quedé dormida—admití avergonzada. Los cuatro, me miraron con desaprobación—estaba cansada, ni siquiera me di cuenta. Desperté porque tenía frio y ya estaba aquí

--¿Cómo llegaste a tu cuarto?—preguntó Antoni dejándome confundida

--pues hasta el momento creía que había sido ustedes quienes me trajeron—esto comenzaba a asustarme

--se fue haciendo más tarde. Xavier dijo que deberíamos ir a buscarte y eso hicimos—respondió Nathaniel. Llevé una mano a mi frente y mire el suelo con horror

— ¿Quién pudo haberla traído?—preguntó Antoni mientras dividía su atención entre Nathaniel y Frederick. Estos dos intercambiaron una mirada que no lucia muy buena

--quien sea que lo haya hecho, sabe quién eres—la mano de Frederick me sujetó la muñeca izquierda y la levanto para que todos la vieran

Vacío

“esto te cuidara y no dejara que nadie te haga daño. Serás invisible”

Mi brazalete se había ido. Alguien se lo había llevado y con ella mi única forma de ser normal. Me mordí el labio y sentí las lágrimas correr por mis mejillas. El único recuerdo que tenia de mis padres se había ido.

--es imposible que alguien lo sepa—cortó Antoni de pronto—nadie es tan cercano a ella. Y aunque así fuera, no tendrían ni la menor sospecha de lo que ella es

Cerré los ojos y me deje caer de rodillas en el suelo. La mano de Frederick no soltó mi muñeca y fue lo único que me mantuvo cuerda por un momento. En mi cabeza solo había imágenes de mis padres y no podía evitar pensar en aquella noche donde no regresaron. Lo que sentí cuando vi por primera vez a los chicos y en mi vida con ese brazalete.
Lo había perdido. Tendría que ver a esas personas todos los días y oírlas quejarse y lamentarse. No quería hacerlo. Tenía miedo. Mucho miedo.

--Casandra—me llamó Nathaniel

--señorita—dijo Xavier con un toque de preocupación. Sentí la fuerza de Frederick aumentar y pronto me encontré de pie con sus manos aprisionándome los brazos

--Casandra, tranquilízate—pero no podía. Estaba asustada. No sabía que hacer—Casandra, detente—abrí los ojos y me quedé helada

Había escuchado la historia de Frederick. Había sido traicionado y lo habían fusilado. Su piel estaba de un nauseabundo tono y había un olor a pólvora saliendo de él. Tenía los ojos en su sitio pero una mirada oscura y tenebrosa. Estire mi mano para tocarlo y lo sentí como un cascaron vacío.

Por primera vez en nueve años, descubrí aquello que me negaba a admitir.

Estaba muerto. Frederick estaba muerto.

Las lágrimas se hicieron presentes nuevamente y deje que Frederick cargara mi peso, cosa que no era difícil. Comencé a sentir mi cuerpo temblar por el llanto y mis sollozos me ensordecieron.

Mis amigos estaban muertos. Mis padres habían desaparecido. Y yo estaba sola.

--¡Casandra!

Abrí los ojos y entre lágrimas vi el rostro de Frederick alejarse. El golpe contra el suelo me dolió. En el gran salón no había alfombra que cubriera el piso, solo frio y duro mármol.  Oí voces acercándose que me llamaban con preocupación, pero no quise verlos. Solo quería dormir.

KENNINGAR: A las Sombra De Sus Alas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora