Historia de la historia

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Trazo fino, legado firme.

Hoy llego porque tengo algo que decirte. 

Esta es una historia

que se quedó en mi memoria y no dejará 

de rondar mi mente hasta que te la cuente.


Una chica un poco enferma, 

puro amor y pura vida, que 

dejaba que cualquiera reposara 

en ella. 


Ella era la madre de miles de 

criaturas, chicas y grandes, 

de todas las estaturas.


Ella las cuidaba,

 les brindaba alimento, 

refugio, y todo

 tipo de sustento. 


Y sus hijos la amaban mientras 

eran pequeños. La adoraban 

tanto que a menudo 

la ofrendaban.


Pero dado el momento

 en que sus hijos crecieron, 

la madre notó en ellos

 un ligero cambio.


Sus criaturas se 

despreocupaban

 por el bien ajeno y desparramaban

 porquerías por todo el terreno.


La madre horrorizada

 los retó. Que cómo iban

 a ser tan desagradecidos

 con ella que los cuidaba.


Y los hijos fingieron

 arrepentimiento pero continuaron 

llamando la atención con sus inventos

 destructivos y sus actos descontrolados.


"¿Para qué necesitan, hijos míos, esas cosas? ¿Acaso no les doy yo suficiente?"

"Queremos ser más", respondieron a la niña. "Queremos poder, comodidad. No entenderías, madre".

"Pues no, hijos, no lo comprendo. No lo hago porque me están hiriendo, después de lo que les he dado me devuelven mi funeral".

"No es nuestra intención", aseguraron, "solo queremos superar lo que ya hemos logrado".

"¿Y para qué, pequeños mios, si con lo que tienen les bastará por los siglos de los siglos?"

"Está en nuestra naturaleza, madre, lamentamos ser desagradecidos no comprendemos el daño que hicimos".


"Comprendo, pero tomen las riendas de las catástrofes que desatan en mis piernas y los incendios que azotan mis selvas".

"Lo intentaremos querida madre pero primero dejanos inventar algo que te salve".

"¡Tontos! Basta ya de inventos. Son tan ciegos que no ven que así me están destruyendo".

"Lo solucionaremos, madre. Encontraremos la cura. Por favor no nos dejes necesitamos tu frescura".

"Ya es tarde. 

Lo han arruinado. Yo que tanto les dí, así me han pagado. 

Ahora yo muero y ustedes lloran 

pero no por mi, sino porque también ha llegado su hora. 

Yo renaceré, como lo hice en tiempos pasados. Pero ustedes, queridos hijos,

 caro han de pagarlo.

Desaparecerán con la última llama de mi vida. Por buscar tanto una alegría.

Desaparecerán por haber sido tan ciegos y no ver que ya la tenían.

Desaparecerán por haber sido tan sordos y no escuchar lo que les decía.

Desaparecerán y yo viviré, tal vez, nacerá en mi nueva vida".

...

"Lo sabemos, madre, niña, lo lamentamos. 

Aceptamos nuestra extinción sin reclamos.

 Sin embargo, antes, déjanos decirte, que algunos intentamos, no verte tan sola y triste.

 Que algunos luchamos, por tu vida y que hoy, sinceramente, lloramos tu partida....

Perdónanos madre y ya no llores. Nos iremos de tu tierra, ojala mejores".


Cuaderno de ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora