¿En que dirección iba?

61 3 0
                                    



            Caminé durante horas. Hasta donde recuerdo el camino para llegar a ese departamento no era tan extenso, pero iba tan lento que hasta Internet Explorer me ganaba una carrera. Cargaba conmigo dos bolsos llenos de ropa, una mochila con cuadernos donde no hacía más que tirar líneas por acá y por allá para ver si salía algún monito de palo decente, y mi vieja computadora. Oh, vaya herramienta de trabajo que era aquella pieza de ingeniería, tal como un martillo hidráulico despedazaba el suelo de tantos golpes que le había dado. En ella no hacía más que jugar, leer, informarme y aprender, y olvidar momentáneamente que todo apestaba.

Colina era la ciudad donde me encontraba caminando. No era precisamente dentro de mis gustos la favorita, aunque de hecho más que una ciudad se asemejaba a un vertedero. Ciertos días, cada semana, se realizaban ferias donde vendían desde productos de limpieza y comida, hasta películas piratas de mala calidad, estupideces como "juanito y los clonosaurios" o "metal man". Al terminar el día y cuando los dueños de los puestos se retiraban, dejaban como huella un basural increíble que resistía ahí durante días antes de poder limpiarlo todo, y una vez que eso estaba hecho, regresaban los feriantes, como si sintieran la necesidad de marcar nuevamente su territorio. Además, se caracterizaba por tener un clima y unos paisajes bastante peculiares; un calor insoportable y una vista tan monótona y árida que te dejaban más aburrido que prostituta en misa.

-"Querido amargado, ¿me puedes decir si aquella ciudad tenía algo de bueno?"

Claro, de hecho las personas que ahí vivían hacían que todo fuese más "dinámico y divertido" (siempre y cuando te mantuvieras alejado), algo así como un zoológico. No es que todos en ese lugar fuesen así, pero al menos en las zonas que yo conocí, residían personas que, aún en su calidad de humanos, con sentimientos y todo ese rollo, se dejaban llevar por los instintos más básicos y bajos, similares a manadas de simios territoriales y con pocas capacidades lógicas, además de que literalmente era más fácil comprar drogas que acceder a una buena educación, convirtiéndolo todo en un infierno salvaje. No es que yo sea precisamente una mente brillante que merezca ser ganador de un Óscar y que me encuentre en un nivel completamente diferente, sino que, todo se trata de la forma en que crecimos, y las herramientas que tuvimos para desarrollarnos.

Agh. Que paja. De pronto y sin darme cuenta me sentí muy deprimido, y el hecho de que a mi celular se le acabara la batería no hizo más que empeorar la situación. Ahora tenía que recorrer un largo y recto camino sin música, con un paraje desolador de fondo y bastante peso sobre mis hombros.

Decidí detenerme a descansar y fumar un cigarro, quedé mirando hacia el cielo unos minutos sin pensar en nada, solo contemplando las pocas nubes que flotaban...

Desdicha.

¿En qué momento había llegado? En ese entonces el ponerse triste sin razón aparente se estaba volviendo una costumbre, mi cara se estaba transformando y ya parecía figura religiosa con cara de pena, a lo maría magdalena. Pero ¿por qué me ponía así? Uf, ¿una lágrima? Me percaté solo cuando esta chocó contra el cigarro apagándolo de golpe, e incluso por un momento llegué a creer que se trataba de una suave llovizna, pero no. La lágrima había caído desde mi ojo pasando por mi mejilla; el cielo estaba despejado. ¿Esas eran las cicatrices que la vida dejo sobre mí? No. No eran cicatrices, eran vivas llagas, rojas y ensangrentadas que continuamente estaban jodiendo. Una real y enorme paja weón.

Como sea.

No ganaba nada con estar así, por lo que di un gran y enorme suspiro bajando la mirada hacia la calle, viendo la gente pasar caminando y en sus autos. Eso era el desfile de la vida.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 09, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Que pajaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora