Malcom había ingresado a la Ciudad, y ésta le parecía un enjambre de brasas ardientes. Luces pasaban zumbando frente a él a toda velocidad, mientras bocanadas de olor de comidas exóticas azotaban su nariz provocando una sensación de asombro e intriga por saber cómo sería su sabor. Sus tripas le recordaban que no había comido casi nada en los últimos días. En ese momento se preguntaba a sí mismo por dónde comenzar su misión: buscar al Payaso.
Si bien la Ciudad no tenía una barrera inicial a la cual superar como la base de los Milicianos, Malcom presentía que dar con el Payaso sería tanto o más difícil que dar con Jeremías Ironwill. Esto porque la dificultad que se le presentaba ahora para cumplir su misión radicaba en la tremenda inmensidad de la Ciudad. Con casi un millón de habitantes, él se veía sumergido de inmediato en un terrible anonimato. Además, a diferencia de su experiencia anterior, no tenía instrucciones claras ni tampoco a quién consultar para ayudarle a resolver la encrucijada en la cual se encontraba. Estaba perdido en el anonimato.
- Vamos, - se dijo a sí mismo en voz alta y con su habitual tono de confianza – si pudiste traer un novillo al mundo sin que su madre te partiese el cráneo, entonces puedes con esto, será fácil.
Pero su primer problema radicaba en que no tenía la más mínima idea de donde estaba dentro de la Ciudad. Frente a él podía ver tres avenidas que se abrían en direcciones distintas. Aparentemente todas igualmente anchas, e igualmente transitadas. Por las orillas de las calles y avenidas, proliferaban tiendas y comercio, restoranes y bares, gimnasios y cafés, con abundancia de colores y formas distintas. Un millón de letreros le gritaban a su sentido de la vista, todos distintos, todos demandando atención. Muchas de ellas parecían ser ventanas hacia otras dimensiones, exhibiendo profundidades muchísimos mayores al grosor de su estructura. Malcom no entendía cómo esto podía ser posible pero se encontraba cautivado por cada uno de ellos. Todo abrumador, todo excesivo, pero se sacudió el embrujo inicial de encima y recordó su propósito. Su instinto le dijo que el mejor camino era el del medio, decidió recorrerlo hasta un tramo razonable donde seguramente podría encontrar alguna autoridad que a su vez le podría ayudar para concertar una cita con el Payaso. Avanzando por la Ciudad pudo ver calles iluminadas que cambiaban de colores, por donde apresuradamente pasaban vehículos que transportaban los habitantes.
Por las calles a veces acompañaban los vehículos delfines o bandadas de aves, otras veces las calles simulaban ser nubes u olas del mar. En una oportunidad, cuando Malcom se disponía a cruzar de una esquina a otra, a sus pies apareció una formación de tortugas disponiendo sus caparazones para que él pudiese cruzar el agua ficticia. Cuando estaba por llegar a la esquina contraria un bebé foca saltó de entre las últimas tortugas para saludarlo. Malcom lanzó un pequeño grito de susto y casi perdió su equilibrio. No entendía casi nada de lo que sucedía. Ya había avanzado unas quince cuadras y no divisaba ninguna autoridad. Sólo gente disfrutando alocadamente. La situación no había mejorado con respecto a estar fuera de las puertas de la Ciudad. Esto requería sentarse y pensar rápidamente sobre su plan de acción.
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ENTRE BESTIAS - Parte I - Hijo del Bermellón [COMPLETA]
PrzygodoweSi te gustaron LOS JUEGOS DEL HAMBRE, has llegado a tu próxima adicción... Rhor está sitiada por la peor amenaza de las Tierras Abiertas: las Bestias, y se ve obligada a enviar a uno de los suyos a buscar ayuda. Pero, cuando gritas en una habitació...