Capítulo V

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Habían pasado dos días desde el accidente, y Rose continuaba dormida. Tendida sobre la cama, con una vía en su brazo izquierdo proporcionándole suero y con una bata blanca, la chica cuyos cabellos eran rojos como el fuego continuaba inconsciente y no sabíamos cuándo iba a estar dispuesta a volver con nosotros.
Marcos estaba paseando por los pasillos, tenía en rostro algo pálido, invadido por unas ojeras tan profundas como su desesperación. No entendía muy bien su comportamiento, siempre ha tratado como a una amiga a Rose y nunca ha parecido que fuesen a tener algo, por su parte claro. Y ahora, que ve a Rose entre la estas cuatro paredes, le confiesa de alguna forma lo que siente. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido.
Y en cuanto a mí... Bueno, digamos que estaba, estaba sin saber si iba a poder volver a oír la voz de mi mejor amiga:
-¡Marcos! ¡Ven! ¡Corre!- tardó menos de cinco segundos en recorrer todo el pasillo.
-¡¿Qué pasa?!- preguntó con el corazón en un puño.
En ese momento Rose alzó la mano llamando a Marcos. Cuando él se sentó al lado, le cogió la mano y abrió aquellos bonitos ojos mirándome con una sonrisa.

No tardó ni dos días en reponerse por completo y estar lista para reemprender el viaje, no podíamos estar más felices:
-Y...¿Ahora qué?-preguntó Rose. No paraba de repetir que se sentía muy culpable por haber retrasado el viaje, y cuando lo hacía Marcos le pegaba en el brazo.
-Pues... No nos queda otra que alquilar un coche. De hecho estos días me he fijado en un desguace en el que los alquilar por precios que están tirados.
-No me parece mala idea, pero es un desguace, los precios son muy bajos... No parece que el coche vaya a ser muy seuro.- dijo Rose con los dedos entrelazados mirando hacía el suelo.
-No nos queda otra, tenemos que irnos ya.- dije decidida.

Cuando llegamos al desguace los tres nos miramos sin saber bien qué decir.
Las montañas de coches eran tan altas como una casa de dos o tres plantas. Las ruedas, destornilladores y la higiene estaban tirados por el suelo. Entre las piezas y montañas de estas un hombre apareció del fondo de aquel cementerio de vehículos y nos miró con una amplia sonrisa, tal vez más amplia de lo habitual.
El único coche que tenía era un 600 que nos dejó casi regalado. Y era normal, porque conduciéndolo parecía que nos estábamos preparando para ir al espacio.
He de reconocer que la hora que pasamos en ese coche nos hizo darnos cuenta que estánamos más unidos de lo que parecía:
-¿Y dices que por aquí se entra al pueblo?- estábamos en frente de un túnel que parecía no tener fin, era como la gran boca del lobo.
-Sí, y no hay otra forma de acceder, y si la hay, no tenemos tiempo de buscarla.-dije firme.
-Pues bueno, si no hay otra... Vamos a ver qué hay aquí.- dijo Marcos divertido.
Todo se convirtió en un espacio en el tiempo, este se había detenido. Creo que ninguno éramos capaces de decir algo, la oscuridad nos había invadido y conquistado. Solo veíamos las paredes que nos rodeaban, en las que se veían los brutos cortes que habían hecho los picos en aquellos tiempos.
Más o menos tardamos cinco minutos en atravesarlo, pero antes de salir me fijé de un fugaz hueco en la pared que parecía un pasillo.
Salimos de este y la cálida luz del sol nos dio la bienvenida; todo estaba rodeado por árboles aquí y allá, el camino de tierra nos llevaba con los ojos hacia una torre leja con una cruz en la punta. A la izquierda había una caída que de fondo estaba adornada con las actuales vías del tren. Todo lo demás rodeado de ruinas de viejas casas de piedras. También veíamos más abajo los restos de una fábrica. Y me pregunté por qué un pueblo minero y con industrias había quedado olvidado y aislado en aquel espacio alejado de nuestra época. Estaba muy equivovada pensando que esa duda permanecería en mí durante mucho tiempo.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2016 ⏰

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