Capítulo 4: "Tregua y Gomitas".

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E M I L Y
R O S S

Una semana y Brad y yo aún no hemos conversado. Era raro estar en los pasillos de la escuela y que él no esté a mi alrededor tonteando o peleando con Andy. Ella dice que ese bobo tiene toda la culpa de nuestra discusión, que no me entiende y no ve por qué me siento tan mal después de lo que le ocurrió a JK, la persona que yo amaba, y que yo realmente no hice nada malo así que él debe acercarse a mí.

Ella debe de tener razón, solo defendí lo que amo ante aquellos que intentaron burlarse. No debería sentirme culpable por ello. Además, él vio como ese completo desconocido para mí me insultaba y no intervino ni por un segundo.

Sin embargo (y a pesar de que no me gusta admitirlo), no puedo dejar de pensar en él. Lo extraño. Realmente lo hago, y aunque tengo a Andy conmigo aún siento un pequeño vacío sin él. Ir a casa, ya que somos vecinos, es igual de incómodo pues él va siempre unos pasos detrás mío y no nos dirigimos ni siquiera la mirada.

Sigo pensando en él todo el rato y olvido por completo en donde estoy en este momento y lo que debería estar haciendo: trabajar en el supermercado. Culpo que el dueño me haya dejado de poner mi playlist favorita de JK, lo cual no solo hace que me llene de tristeza y nostalgia, sino que también me transporta a los momentos más bonitos que he tenido y en los que Bradley siempre ha estado a mi lado.

Estoy a punto de apagar el reproductor porque nuevamente la suave voz de JK hace que lágrimas quieran nublarme la visión, y es cuando una pila de papitas, chocolates, helados, paletas y gaseosas son amontonados en una pila frente a mí, eso era todo lo que llevaba Chaz Michaels al momento de pagar. No sé qué pretendía hacer con tanta comida chatarra un jueves, quizá tendría invitados en su casa.

-¡Tú, hola! -dijo moviendo su mano con fuerza-. ¿Qué haces aquí, hermana de Brad?

Vuelco los ojos, tratando de disimular el ardor.

-Yo soy la cajera, Chaz.

-¡Ah, genial! -dice. Paso mi peso a la pierna izquierda y empiezo a marcar cada chuchería que saca de la canasta.

-¿Vas a dar una fiesta o algo así? -pregunto sin poder evitarlo. Más que nada para saber si Brad iba a estar con él.

-¿Qué? ¡No! Es noche de pelis con mis hermanos.

Asiento y no hablamos más así que Chaz empieza a ver con más detenimiento el pequeño local con esa particular sonrisa tonta que tenía siempre que lo veía. Probablemente viva por la zona, ya que este era un super familiar y la mayoría de veces eran los vecinos los que solían venir por aquí.

-¿Algo más? -sigo el protocolo de buena-cajera y sonrío con aburrimiento y algo de hipocresía.

-Hmm. Uuuh. Sí. ¡Gomitas, gomitas!

Viro y cojo la primera bolsa de gomitas tras mi espalda.

-Iugh. No de gusanos. ¡Las de ositos son las mejores! -observo la gran bolsa de gomitas de gusanos ácidos. ¿Qué clase de problema tenía? ¡Esas eran deliciosas! (Y mis favoritas también). Cada día me caía peor ese ridículo niño.

Decido que lo mejor será reservarme el comentario y darle el simplón paquete de gomitas que desea, total, cada uno tiene sus propios gustos.

-Son... 25 con 50 -estiro el brazo desinteresada, tendiéndole la bolsa que podría derivarlo a un coma diabético sin dudar.

Él, por otro lado, está intentando abrir el paquete de gomitas con desespero. Ha olvidado hasta que estoy frente a él pues solo se enfoca en ello.

-El dinero, Chaz...

¡S.O.S! Descubierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora