uno/uno

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Yuta aparece en la puerta cargando un par de pesadas bolsas de mandado. Ha ido a hacer las compras de la semana por su cuenta, mientras que TaeYong se queda en casa cuidando de SiCheng y JiSung. Yuta no se queja, porque prometió por el meñique a los niños que les traería todo lo que pidieran, al igual que cada semana.

Recargando su rodilla contra la pared para sostener sobre su pierna las bolsas y poder sacar las llaves de la casa, echa un vistazo al pequeño jardín que TaeYong plantó frente a la ventana. No queda ninguna flor, todas se secaron después de lo sucedido porque el mayor dejó de prestarles atención por cuidarlo a él, pero a Yuta le sigue pareciendo precioso. Es tan precioso como cuando llegó aquel día de la universidad y se encontró al mayor regando los pequeños retoños por primera vez, con los pantalones mezclilla llenos de tierra y unos guantes de jardinería envolviendo sus delgadas manos.

Deja el mandado sobre la barra de la cocina y comienza a guardar los productos en el refrigerador. Escucha a la distancia los chillidos de emoción de los niños mientras juegan por la casa, seguidos muy de cerca por las risas de TaeYong, quien cuida que no rompan nada a su paso.

Cuando termina, Yuta arranca del refrigerador la receta que le dio su médico. Específicamente, el psiquiatra, pidiéndole, en resumidas palabras, que no esté con el corazón roto. Una lista de antidepresivos y calmantes desfila frente a sus ojos, pero ya está cansado de todas esas patrañas. Arruga la hoja de papel y la lanza a la basura. Busca en la alacena los botes con las pastillas y los vacía en el lavadero, abriendo ligeramente el grifo para hacerlas desaparecer por la coladera.

El tiempo aun es suyo. Puede manejar perfectamente lo que sucederá con su vida de ahora en adelante.

TaeYong aparece en el umbral, con las manos metidas en los bolsillos y una sonrisa coqueta. Sus enormes ojos color avellana brillan al toparse con los de Yuta, y el menor se apresura a acortar la distancia entre sus cuerpos para hacerse pequeño en sus brazos y poseer sus labios. TaeYong lo envuelve por la cintura con cariño y lo eleva un par de centímetros del suelo al tiempo que los hace girar a ambos, provocando a Yuta se le escape una risa a mitad del beso.

El sonido es tan triste, sin embargo, y el japonés se arrepiente de haber lanzado sus medicinas por el drenaje. ¿Será capaz de recuperar alguna? Sientes sus manos comenzar a sudar, y se siente tan indefenso cuando TaeYong se separa. Sin embargo, la ausencia del tacto ajeno no dura demasiado. Pronto lo toma de la mano y lo conduce hasta la sala, donde SiCheng, de cinco años, juega botando al suelo el peluche de un dinosaurio, mientras que JiSung, de apenas dos, lucha por mantenerse en pie y recorrer más de dos metros sin caer.

Su pacífica y perfecta pequeña familia.

Recuerda cuando TaeYong y el decidieron adoptar un hijo. Ambos habían terminados sus carreras, tenían un buen empleo y acababan de comprar una casa en el vecindario más bonito que pudieron encontrar. Sabían que sería difícil pero Yuta le prometió a TaeYong que lo iba a amar siempre, a él y al niño, aun cuando ni siquiera lo conociera.

TaeYong decidió comenzar a trabajar desde casa para ser el que cuidara al bebé, mientras que Yuta fungiría como el "padre", yendo a la oficina cada mañana.

El proceso de adopción fue tortuoso y humillante.

Tardaron casi un año en responder a la solicitud. Yuta se hacía una idea del porqué, pero no se lo mencionaba a TaeYong, sabiendo que a pesar de la dureza que el chico aparenta, es tan frágil como el cristal, y no quería ser él quien lo quebrace.

Pasaron los meses, hasta que por fin pudieron reunirse con los trabajadores sociales en la casa hogar. TaeYong parecía tan concentrado en cada palabra que los licenciados decían, desde la edad mínima a la que era recomendable que adoptara un hombre hasta los riesgos que significaría que una pareja del mismo sexo decidiera criar un hijo.

bombs on monday。 ㅡyutaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora