El vino, yo y mis circunstancias
Presentación de Vinos Ambiz
Centro Social Okupado Casablanca, Madrid 10/12/11
El vino no cambia, cambiamos nosotros.
Una introducción
Una nueva experiencia a la que acudo solo, a la que me habría gustado no acudir solo, porque el vino en soledad no es como un vino acompañado. A cambio, tuve al lado a los padres de la criatura y, como siempre que se bebe por primera vez un vino frente a los ojos expectantes de quien lo ha hecho, el momento es de emoción. Y esa mirada creo que se debe de transmitir al vino, porque sabe mejor en la boca y alegra más al corazón.
Los orígenes: el entorno
Recuerdo el primer vino de más de tres euros que tomé en un restaurante lujoso al que me habían llevado. Recuerdo cómo se me erizó la piel, recuerdo como inspiré, respiré y suspiré, recuerdo hasta la cara que puse (que no la vi, pero me la describieron), recuerdo que fue un momento fantástico, irrepetible. El vino en cuestión, visto desde el ahora, no era algo demasiado exclusivo, pero comparado con los que yo solía tomar, el salto era cuántico. Tanto me impresionó que quise repetir la experiencia en mi casa. Me gasté el dinero y me compré una botella igual a la del restaurante, guisé una comida elaborada, preparé mi mesa con mantel y una buena copa de cristal fino, bajé la luz, puse música bajita y me dispuse a revivir el momentazo. Y esta vez mi cara, si me la hubiera visto alguien, habría sido para enmarcar. Nada en la experiencia, absolutamente nada, fue ni siquiera parecido, y lo que menos, el vino. Sí, me gustó, pero no me produjo el efecto emoción que me había golpeado tan sólo unos días antes, en el restaurante, con mis amigos.
A lo largo de varios meses repetí el experimento muchas veces, con diferentes vinos tomados en diferentes restaurantes y replicada la toma en casa, con el mismo resultado nefasto, lo cual se generalizaba a vinos diferentes, de distintas categorías y precios, llegando a suceder que un vino inferior me gustara más en el restaurante que uno superior en mi casa. Como consecuencia de ello me surgieron algunas preguntas: ¿Ese "me sabe mejor" es una percepción subjetiva (tranquilidad, ambiente, calma, música de fondo, quizá miradas enamoradas si es el caso de la velada...) o es algo objetivo y está más bueno según parámetros puramente gustativos? Es decir: ¿Es un "me ha sabido mejor" o un "sabía mejor"?
Finalmente asumí el hecho de que el vino, en mi casa, no me parecía tan bueno como en el restaurante, y no volví a intentarlo, pero no por ello dejé de preguntarme el porqué. Si puede ser el olor del restaurante al que no estoy acostumbrado y se junta con el aroma del vino en mi cerebro, cambiándolo; si puede ser que en la bodega del restaurante se haya conservado mejor que en mi cocina; si puede ser la atención personal o el hecho de que, simplemente, en ningún momento pensara que después, al terminar, tenía que fregar los platos. Tal vez la razón sea sencillamente el cambio, que se trata de un lugar ajeno, desconocido, diferente de la propia casa, y eso basta para modificar la vivencia de tomar un vino.
Pero no es sólo el entorno, el lugar donde se bebe el vino, el que cambia el modo en que lo experimentamos.
El intelecto
Algo que cambia radicalmente la percepción del vino es la información que se tiene de él. Yo lo llamo "intelectualizar la emoción". Cuanto más se sabe de algo que te gusta, más se disfruta. Y si eso que se sabe es, por poner un ejemplo concreto, su precio, y éste es elevado, más aún. Y si cuesta admitir esta realidad, démosla la vuelta y pensemos en un delicioso guiso de carne y verduras, cuyos componentes desconocemos… que una vez comido se desvela como procedente de, por ejemplo, perro, o mono, o serpiente, o cualquier otro animal que no estemos habituados a devorar. Las expectativas también modifican el cómo se percibe. A más expectativas, peor suele ser la experiencia final, en una relación inversa entre expectativas y resultado. Quizá por eso pocos vinos de elevada y conocida calidad se atreven con las catas doble ciegas, en las que no se sabe nada de los vinos a catar, salvo el color.