Prólogo

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Esta historia tiene lugar en un tiempo muy remoto, un tiempo en el que aparecieron y cobraron vida las grandes leyendas que ahora admiramos. Un tiempo en el que el honor, la familia y la dignidad eran  valores que se defendían incluso en  un duelo de espadas y en el que las brujas acababan quemadas en la hoguera.
Era también una época en el que la gente asistía a esas ejecuciones como si de espectáculos se tratara. Y en ellas no solo se mataba a las supuestas brujas. La muerte de un dragón despertaba la máxima expectación. Estas magníficas criaturas no gustaban a los humanos, que se sentían amenazados ante sus espléndidas sombras.
Aunque se trataba de seres racionales, de una sabiduría infinita,  no eran capaces de combatir el odio desatado por el hombre, el único ser que mata por placer y que nunca está satisfecho con lo que posee.
Así eran la mayoría de las personas. Aunque no todas, ni mucho menos: habían algunas que se rebelaban ante esta idea y luchaban por contrarrestarla. Era una minoría, y nunca hacía públicos sus pensamientos, pues aquellos que no pensaban igual que quiénes realmente dominaban el reino (es decir, los nobles) eran castigados.
Fueron años de grandes injusticias para los desafortunados que carecían de poder. Algunos tenían la suerte de nacer en un reino en el que el rey o los nobles encargados de gobernar fueran benevolentes y justos, pero otros estaban condenados a los desdicha de ser víctimas de todas las tropelías que un monarca podía llegar a cometer. Muchos intentaron cambiar esto. Pocos acabaron bien. Para rebelarse contra la sociedad y sus prejuicios hacía falta gran valor, y la gente que nacía con sentido de la justicia y con valentía era la que estaba capacitada para hacer algo por cambiar dichas circunstancias. Pero el valor no siempre era suficiente.

Al principio de los tiempos, los humanos idolatraban a los dragones. Hubo culturas para las que el dragón era una criatura sagrada. Poco a poco aquellas creencias desaparecieron, murieron bajo la espada del miedo y la soberbia de los hombres. Empezó a verse a los dragones como hijos del demonio, y nadie quiso tener nada que ver con ellos. Ese era el concepto que se tenía de los dragones Por aquel entonces, porque los humanos tendemos a hacer desaparecer todo aquello que suponga una amenaza, aunque en realidad no lo sea.
El caso de las brujas es un ejemplo. Por lo general, no hacían daño a nadie. Vivían en sus casas, preparando pócimas o  estudiando libros de conjuros. Todas ellas eran muy inteligentes, de ahí su capacidad de llevar a cabo algún tipo de magia. Y esa inteligencia suponía una amenaza: al ser más listas que el resto, había que eliminarlas. 
Muchos humanos no podían soportar que hubiera razas, especies u otras criaturas que los supera en algo: ¿y si usaban ese algo en su contra?
Pero había ciertos límites que debían respetar, aunque todavía no hubieran aprendido a hacerlo. Y poca gente era consciente de la existencia de esos límites.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2016 ⏰

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La dama y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora