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En Rhor, el consejo había convocado otra sesión. Sin ganas, Jim y Robin ingresaron nuevamente por las puertas del Gran Salón del Silencio donde el consejo los esperaba tal como la vez anterior, excepto que ésa vez, aunque pareciera imposible, tenían el semblante aún más sombrío que antes. Esta vez no les dieron la bienvenida.

- Confío en que esto no se trata de un arma secreta ¿no?- dijo Jim mientras ambos se sentaban.

- Rob, - dijo José – no podemos seguir esperando. Esto simplemente carece de sentido.

- Lo entendemos perfectamente Robin, – agregó Balzar - sabemos que es muy difícil, no quieres aceptar la suerte de Malcom.

- Esto no se trata de Malcom, – respondió la aludida mientras ocupaba su lugar en el Salón, pero sin sentarse - si así fuera les dejaría hacer lo que les plazca y me sentaría a esperar su regreso. Se trata de hacer lo que es mejor para Rhor.

- Justamente eso es lo que deseamos, - dijo Mikas - deseamos lo mejor para un pueblo cuyo destino ya está escrito. Es difícil de aceptar lo que no se puede cambiar, tú mismo lo dijiste, pero no por eso necesitamos sobrellevar una muerte lenta y dolorosa. No por seguir aferrados a un sueño sin fundamento.

- ¿Nuestro destino está escrito y sellado Mikas? – consultó Jim - ¿vamos a dirigir el pueblo en base a teorías esotéricas?

- Es lo mismo que dirigirlo en base a corazonadas – contestó el interpelado.

- Yo, - intervino sorpresivamente Bor el jefe de orden - y un honorable representante del pueblo creemos que la última carga es la única manera de terminar esto como lo que somos: hombres libres.

El perplejo consejo mantuvo su silencio, y ése fue aprovechado por quien ya tenía la palabra.

- Estamos preparados, – continuó – física y mentalmente mejor de lo que estuvieron nuestros antepasados. Tenemos a nuestro favor la sorpresa, el conocimiento, la estrategia y el acero de Rhor. Podemos vencerlas, o acabar dignamente mientras lo hacemos, de ambas formas ganamos.

- Estamos de acuerdo en eso, - dijo Robin para sorpresa de algunos – ambos especulamos sobre el futuro excepto por una cosa, quien crea que tenemos una oportunidad de derribar a ésas criaturas está soñando. Salir a la carga contra las Bestias no sería más que ir a alimentarlas. Eso sí que es un hecho. Estaríamos dándoles exactamente lo que buscan. Cualquier acción que tomemos debe alejarse de eso.

- Me alegra que estemos de acuerdo en algo, - dijo Mikas - yo y algunos más estamos por escribir nuestro propio destino.

- No estoy diciendo que el suicidio colectivo sea la salida Mikas - recalcó Robin.

- ¿Y cuál es? - consultó el galeno.

- Esperar – insistió la Matriarca a secas.

El consejo se alteró visiblemente refunfuñando en desapruebo.

- Prefiero ver mi familia dejar este mundo por mi mano, - dijo Mikas amargamente - a mi manera.

- No dije que te sería fácil, ni que te gustaría - dijo Robin.

- Estoy con Rob – se incluyó Jim, aunque ya era dado por hecho - siempre les he enseñado a mis hijos a enfrentar sus problemas, no a huir de ellos.

- ¿Incluso cuando no tienen solución? - consulto Simón.

- No importa que tan difícil sea, - respondió Jim - muchas veces creemos que no hay solución, pero la hay. Sólo sucede que no la hemos encontrado.

- Una regla sabia, - dijo Simón - y puede que estemos ante la excepción que la confirma.

- Esperaremos - dijo Robin nuevamente.

El consejo no aprobaba sus palabras, pero Robin continuó incluso sabiendo que estaba abriendo una puerta que no quería abrir.

- No es necesario considerar el suicidio en masa, aún no; - dijo - estamos en momentos difíciles, lo sé. Más adelante serán más difíciles aun, lo sabemos. Pero podemos superarlos, esto también lo sabemos, nuestros padres lo hicieron. Aún no es necesario jugar esa carta.

- Yo no veo la necesidad - dijo José - de que todos estemos de acuerdo. Que cada uno haga lo que le plazca. El que quiera suicidio adelante, quien quiera ser comida de Bestias, pues bien.

- El pueblo nos observa José, - dijo Robin - harán lo que nosotros hagamos. Si nos dividimos ellos lo harán, sería el caos. Por eso no podemos hacer lo que a cada uno le plazca. Debemos colectivamente tomar la decisión que salve más vidas, por eso somos un consejo.

- Votemos - solicitó Jim.

Balzar, un representante del pueblo, y Bor votaron por la opción de la última carga. Simón y Mikas aún estaban por morir en su propia ley y esta vez se sumaba José. Jim y Robin mantenían la postura de esperar a Malcom. Los demás representantes del pueblo se abstuvieron. Nuevamente, Robin y Jim ganaron cuatro votos contra tres, aunque apenas y claramente la idea del auto inmolación ganaba terreno.

- Está claro entonces, - concluyó la Matriarca mientras se incorporaba de la mesa - de modo que esperaremos.

- ¿Y cuánto tiempo crees que la gente esperará para que su consejo le diga qué diablos piensa hacer? – le preguntó Mikas retóricamente - ¿Cuánto hasta estalle la revuelta? Necesitan una directriz, y si no se la damos, dejarán de creernos capaces de liderarlos, y lo harán por sí mismos. Para cuando decidas tomar acción ya será muy tarde.

- Por ahora, esperaremos – dijo la Matriarca contundentemente.

- Por ahora - dijo Mikas.

- Sí, - repitió Robin con la mirada fija - por ahora.

Habiendo dicho eso, se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida. Mientras caminaban con Jim hacia la salida, éste le preguntó.

- Lo que dijiste allá atrás - consultó Jim - ¿realmente estás considerando que nos suicidemos todos?

- Si me mostraba demasiado inflexible - respondió Robin - arriesgaba una sublevación y, por otra parte, necesitaba comprar más tiempo. Sé que Malcom llegará pero necesita que le demos más tiempo.

Una vez fuera del Salón del Silencio, Robin y Jim limpiaron la expresión de preocupación de sus rostros e iniciaron su ruta diaria para intentar infundir confianza en los habitantes de Rhor. Sin embargo, esta vez las miradas que les devolvían los aldeanos contenían un mensaje que no habían visto en ellas antes: desaprobación ante la incertidumbre. Miradas fijas, e inquisitivas algunas, como si quisiesen expresar que esperaban más de su parte. Otras miradas eran cortas y terminaban en el suelo en un gesto de decepción. Su desesperación por una solución rápida les hacía juzgar a Robin como un líder inadecuado ante la situación. Era el fertilizante sobre el fértil terreno de angustia que reinaba desde hacía un tiempo, esperando que las semillas de la discordia germinasen. No cabía duda, tiempo era algo que ni Robin ni Malcom tenían.

ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora