«¿Escuchaste de lo de Miguel Ángel?»«Pues no. ¿Qué ocurrió?»
«No tienes idea...»
Se frotó los brazos sintiendo frío, después de todo la camisa blanca de seda era insuficiente ante la intemperie del colegio. Pronto llovería. Pero Miguel se negaba a volver a su habitación, ya no estaba seguro en ella.
¡Crash!
Recordaba el sonido del florero rompiéndose, y él sentado en el excusado. Sus hombros temblando mientras lloraba.
No. Definitivamente no podía volver. No ahora.
Intentó apresurarse en las escaleras, pero el dolor hormigueante por todo su cuerpo era severo. Le impedía correr. Se mareó y tastabilleó un escalón abajo, apenas se alcanzó a sostener.
Apretó el barandal entre sus pálidos dedos, y notó que algunos estudiantes saliendo de clases le miraron. Él tomó fuerzas donde no había y siguió. Necesitaba estar a solas.
Estaba asfixiándose.
El nudo en su garganta se apretó, y Miguel encerró los puños al escuchar una risa en el pasillo.
No era exactamente para él, pero había escuchado tantas durante la semana que su mente le hacía pensar que sí.
¿Debía repensar la idea de Guille? Él la habría aceptado la semana pasada de saber lo que sucedería. Maldita sea, qué ingenuo era.
No tardó en llegar a la azotea.
Definitivamente no recordaba que la puerta roja de la salida pesara tanto, pero al final concluyó que se debía a su debilidad. Su visión estaba borrosa, impidiéndole ver el cielo gris... la ciudad siendo azotada por una fuerte tormenta. Maldijo perder sus lentes, también las lágrimas.
Se sentía tan débil.
Dejó que la puerta se cerrará en un fuerte estruendo detrás de él. Acto seguido se deslizó de espaldas contra el frío metal. Ya estaba hipando cuando se abrazó las piernas, saboreando entre sus labios la salada agonía.
Quemaba.
Todo dentro de él quemaba.
— ¿C-cómo diablos...? —Soltó un sollozó roto, temblando violentamente. Su garganta estaba demasiado deshecha para siquiera decir: «¿Cómo diablos es que sigo vivo?»
Esa era la pregunta, pero no estaba hecha de forma correcta.
Llevo una mano a su pecho, apretando dolorosamente la piel junto con la tela, deseando que desapareciera el incendio en su interior.
¿Cuán caro podían costarle sus estúpidos sentimientos?
¿Cuánto podría sobrevivir siendo cazado por alguien que lo detestaba?
¿Y qué si era cierto que se había enamorado de un chico? ¿Y qué si ni siquiera el rechazo de éste era lo más doloroso? ¿Por qué el mundo era tan cruel?
Ya tenía suficiente.
Se limpió la nariz, riendo amargamente. Ni siquiera podía odiarlo. Guillermo nunca fue un hijo de puta, pese a que nunca se interesó por sus sentimientos siguió siendo tan amable y atento como al principio. Miguel lo entendía a su manera, que no tenía oportunidades pero...
¿Pedirle que se fuera del colegio "por ser lo mejor"?
¿Qué era exactamente lo mejor?
Su difusa amistad con Samuel tampoco le ayudó. No lo había visto en toda la infernal semana. Lo que lo llevó a pensar:
¿Realmente le importaba a alguien?
El azabache negó con la cabeza, sometido bajo la densa capa de negatividad era imposible descender a la razón. Lentamente se sumía en la presión y el odio. Odio por sí mismo.
Era tan jodido respirar con las costillas rotas.
Estaba tan harto, tan estresado...
Que mientras el cielo relampagueaba, olvidó notar los susurros viniendo de las escaleras. Sombras siniestras arrastrándose hacia arriba, encontrándole cómo siempre habían querido.
Indefenso y vulnerable.
Fue cuestión de tiempo antes de que éstas le alcanzarán, y se amontonaran detrás de la puerta roja.
«Es tiempo de terminarlo...»
«Déjate desenterrar»
Susurraban detrás de sus oídos, pero él no se dio cuenta de eso. Su atención estaba sobre la mujer con el largo abrigo negro. Quieta sobre el borde del octavo piso.
Un relámpago iluminó el cielo.
Al tiempo que ella le sonrió.
-❦
Cuando despertó se encontró acostado en el verde pasto, éste le rozaba a la mitad del rostro. En la punta de la hoja había una mariquita rosa, esa que voló en cuando Miguel se sentó de golpe, cayendo en cuenta que...
No sabía dónde estaba.
Cuidado al entrar al país de las maravillas, no olvides que los cuentos son mentiras dulces y puede que en vez de encontrarte al conejo blanco, te enteres que hay un sombrerero de corazones rojos.
¿En este punto qué es real?
-❦
— ¡Imbécil! ¡Soy un imbécil, eso es lo que soy! —El azabache estaba de espaldas, discutiendo consigo mismo y caminando de un lado a otro sin parar. Por eso no escuchó cuando Rubén entró por el balcón de su habitación.
— ¿Qué significa "Imbécil"? —Preguntó Rubén inocentemente, y Miguel volteó a verlo asustado cayendo en cuenta de que el castaño lo escuchó. Claramente era un buen momento para pedir que la tierra se lo tragará, sabiendo que quizá eso también podría cumplirse.
—Ehh, no es nada. —Le sonrió tratando de calmar al castaño, pero éste le mostró una ceja alzada, diciéndole que no le creía en lo absoluto. Miguel cerró los ojos con fuerza, y largó un suspiro antes de responder. — ¿Si te lo digo no lo dirás enfrente de tu madre? Te juro que si se entera que te enseñé eso me mata.
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Crazy! My Prince | Rubelangel
أدب الهواة❝Dónde Miguel viaja de éste mundo a uno colateral y debido a un accidente tiene que desposar al príncipe Rubén. ❞ »Protegido por SaveCreative con el código: 1705092285012 No se permiten adaptaciones, ni la copia parcial o total del contenido aq...