Capítulo 55.

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Ho Won se mantuvo sereno, mirando a los alumnos formados en orden, aguardando de forma casi impaciente el momento en que la luna hiciera su aparición y pudieran entrar en fase. El prefecto solía preguntarse como ocurría exactamente el cambio, pero poco sabía sobre el tema. Aunque tenía que admitir que había tenido muchas oportunidades de hablar de ello con Dong Woo, cuya familia descendía de gente de ciencia, pero él no había sabido como explicarlo. Dong Woo sólo le había dicho que la ciencia y la magia lograban cosas increíbles cuando se juntaban. Y Hoya sabía además que gracias a las armas que la ciencia y la tecnología les habían dado ellos podían matarlos tan fácilmente.
El Gremio.
Los Cazadores.
Aunque claro que los tiempos en los que Jang Dong Woo pertenecía a los Cazadores se habían terminado. Ahora era uno de ellos.
Y mientras lo sentía removerse a su lado, rozando su antebrazo, no pudo evitar alegrarse de que las cosas terminasen así. Sabía que su condición era prácticamente una maldición, pero también sabía del enorme tabú que existía hacia las relaciones entre Cazadores y licántropos. Cómo en el caso de Woo Hyun y Sung Kyu. Y lo cierto era que Dong Woo le gustaba. El chico era tan alegre y positivo… Había sido mordido y era capaz de seguir sonriendo. Hoya imaginaba lo fácil que sería enamorarse de una persona como él.
—¿Nervioso?
Inquirió, mirándolo de una forma más directa.
—Mucho. Me recuerda a mi primer día en la escuela. Sung Kyu se acercó y me preguntó de qué me reía.
—¿Y de qué lo hacías?
—No tengo idea.
Hoya soltó la risa, pero notando la expresión un tanto melancólica del otro. Y era raro. Casi se había acostumbrado a verle siempre sonreír. La mención de Sung Kyu parecía haberlo puesto así.
—Estará bien.
—Sung Kyu es asombroso, pero…
—Y los demás están con él.
Añadió Hoya, tomando la mano de Dong Woo con fuerza. No había sido capaz de decirle que Ki Bum y Tae Min habían escapado para ayudar a Jong Hyun y que Myung Soo había ido detrás de ellos. Decirlo sólo generaría más ansiedad. Y les aguardaba una tarea colosal.
—Sé que Min Ho y Ji Soo darían la vida por él —dijo Dong Woo en voz baja —tal y como yo lo hubiese hecho.
—¿Y Sung Yeol?
—A él sólo le importa Sung Jong.
Hoya no dijo nada. Imaginaba la naturaleza de la relación de los Cazadores, pero no dejaba de ser algo confusa para él. Había visto a Myung Soo y a Sung Jong besarse apasionadamente en uno de los corredores y no le había hecho falta su oído de lobo para escuchar los gemidos que a veces salían de la habitación de L por las noches. Esos dos estaban liados. Y al parecer Sung Yeol y Sung Jong también.
—No lo sabía.
Dong Woo se encogió de hombros, mirando un segundo hacia dónde Mi Joo hablaba con Kei. Y entonces miró sus manos entrelazadas, sonriendo de nuevo.
—Eres fuerte, Hoya.
—Tú también.
Y rozó ligeramente las cicatrices dejadas por el ataque de Jong Hyun.
—Supongo que sí.
—¿Te quedarás?—. Dino alzó una ceja —cuando esto acabe.
—Siendo Sung Kyu el Maestro quizás me reciba en el Gremio, pero… no me sentiría cómodo—. Dong Woo se mordió el pulgar un momento—. Lo cierto es que no tengo a dónde ir.
—Puedes quedarte aquí… conmigo.
Las mejillas de Dong Woo de tiñeron de rojo, haciendo juego con las del propio Hoya.
—¿Es una proposición?
Ho Won no sabía nada de proposiciones ni de amor, pero estaba dispuesto a averiguarlo.
—Sí.
—Bueno… si salimos vivos de ésta noche… lo haré. Me quedaré aquí… contigo.
Hoya oprimió su mano con fuerza, sonriéndole. Dong Woo correspondió el gesto, pero al cabo su gesto se torció. Y una expresión de dolor apareció en su rostro.
—Dong…
—Mi… pecho… duele…
Dong Woo se zafó de su agarre y cayó de rodillas. Y Hoya comprendió lo que ocurría. Al ser su primera transformación estaba mucho más receptivo a la luna que ellos.
—Está bien. Respira hondo. Sólo…
Y el quejido de uno de los alumnos lo hizo volverse, seguido por otro. Y otro. Y otro. La Academia entera estaba entrando en fase. Hoya sujetó la mano de Dong Woo de nuevo.
—Estaré a tu lado todo el tiempo.
Declaró y el dolor en las costillas le dio de golpe. Había llegado el momento. El momento de defender su hogar. Y cuando las altas puertas del comedor volaron por los aires y un numeroso grupo de vampiros irrumpió en el lugar se toparon con la mitad de alumnos transformados en enormes lobos adultos.
Hoya levantó el rostro, con medio cuerpo de lobo, pero la cabeza todavía clara. Y vio lo que se avecinaba. Habría bajas, pero ellos…
Y esto se esfumo. Todo pensamiento coherente desapareció de su cabeza y sólo quedó el instinto. Ese que le ordenaba matar a los hombres pálidos que olían a muerte.

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