Recostada sobre mi cama, mirando al parecer hacia arriba, sintiendo cada latido de mi corazón, escuchando cada vez que el aire llenaba mis pulmones, escuchando como mi cabeza me pedía a gritos que dejara de vivir, que abrazará a la muerte de una vez por todas, que dejara de jugar, pero no, yo no quería abandonar este juego, que mejor recompensa que superar la muerte…
Me encuentro con mis mejillas mojadas, mis ojos hinchados, y con una vida, probablemente, al borde. Sin más que perder me sumo a un llanto íntimo e intenso, estoy sola, así que nadie me preguntará que me pasa, es el llanto perfecto. Sin nadie que te vea, te critique o pregunte, solo eres tú con tus pensamientos y recuerdos aferrados al alma. Es como cuando haces el amor, eres uno con tu alma, y si alguien te ve deja de ser especial, deja de ser mágico. No lloro frente a alguien no porque no me guste, sino porque siento que le he fallado a mi alma. Pero esta vez no le fallé a mi alma, me fallé a mí misma.
La ultima lagrima cae por mi mejilla, dejo que recorra su camino, que lo finalice. Miro desconcertada para saber en dónde estoy, he estado por dos horas en el mismo lugar, he desperdiciado dos horas de mi vida, pero me he encontrado con mi alma, al menos valieron la pena.