(T/N) soltó un suspiro de cansancio, al mismo tiempo que se sentaba en uno de las adornadas sillas que se encontraban a los costados del gran salón. Le dolían los pies por usar unos tacones. Le encantaría quitárselos y dejar que sus dedos se estiren, pero no podía hacerlo bajo la mirada penetrante de las señoras que habían asistido a aquella fiesta. Busco con la mirada a Arthur, era como la decimo tercera vez, y, nuevamente, no lo encontró. Le había dicho que pronto estaría con ella, que tardaría diez minutos, pero ya hacia una hora que había desaparecido sin dejar rastro. ¿Por qué la invitaba a una reunión, donde no conocía a nadie, si la iba a dejar tirada así como así? Para eso se hubiera quedado jugando videojuegos con Alfred.
Distraídamente, llevo una de sus manos hasta sus hombros, asegurándose de que las finas tiras que sujetaban el blanco y largo vestido, siguieran en su lugar. Sí, todo perfecto. Sin poder evitarlo, sonrió cuando recordó la elección de aquella prenda. Arthur le había dicho que era demasiado "afrancesada", para su gusto... Pero, ni siquiera, vislumbraba ponerse un vestido que le cubriera el cuello como la mayoría de las mujeres allí presente. Paso su mano por sus cabellos, queriendo aplanar alguno que se hubiera salido, luego de dos horas allí metida, pero no, todo estaba bajo control con aquel potente fijador.
—Y bien... ¿Ahora qué?— susurro, mirando todo el lugar. Ni loca se acercaría a las mujeres de alta cuna que la observaban y cuchicheaban entre ellas, pero, tampoco, se atrevía a acercarse a los hombres y quedar como una desubicada. ¡Ah! Se sentía como en el primer día de universidad. Observo como varios músicos con pesados instrumentos, se acomodaban al fondo de la sala, a punto de tocar. Esto hizo que las mujeres más jóvenes aumentaran sus risas y los muchachos se voltearan a verlas, mientras hablaban entre ellos. Aquello le daba un cierto ambiente a las fiestas antiguas, donde se esperaba contraer matrimonio con quien te cortejara en el baile. Volvió a elevar su cuello, observando por sobre la multitud, pero nadie con una cabellera rubia y tupidas cejas hacia su aparición. ¿Debería quedarse sentada o llamar a un taxi e irse? No quería estar más tiempo sola, se sentía mal. Chasqueo su lengua y se incorporo. En el camino le mandaría un mensaje a Arhtur para que no se preocupara.
No había dado más de unos cuantos pasos, por el borde del salón, cuando sintió unos delicados toques en su hombro.
—Disculpe, señorita— le llamo la voz de un hombre. Se giro sobre sus talones, disfrutadnos cuando la tela del largo vestido, hizo un suave frufrú. Frente a ella, se encontraba un hombre de mediana edad, con signos de arrugas en su frente y ojos, muy apuesto a pesar de aquello.
—¿Si?— le respondió, sonriéndole al instante. No podía evitarlo.
—Deseaba saber si le apetece bailar conmigo esta pieza— menciono el hombre, tendiéndole una de sus manos. (T/N) observo aquella extremidad, recordando que Inglaterra le había dicho que sería su primer vals. ¡Al diablo! No sabía donde se había metido. El se lo perdía.
—Sera un placer— asintió, posando su mano sobre la de él. El hombre sonrió y beso sus nudillos.
—El placer, definitivamente, es todo mío—susurro, para luego arrastrarla hacia la pista de baile.
La mano de aquel anónimo sobre su desnuda espalda, la hizo estremecer. Había bailado aquello, en la fiesta de graduación, con su padre, pero jamás con nadie más, por lo que temía ser un desastre, pero ya que. Por lo menos, esperaba no pisarlo. Observo por el rabillo del ojo, como más parejas se acomodaban en el centro y, casi, pudo distinguir una rubia cabellera. Antes de que pudiera voltear a mirar, la música comenzó y, con ella, los pasos. Le gustaba aquella danza, a pesar de que era demasiado elegante para su poca experiencia. En algunas partes, el ritmo se volvía rápido y, con ello, los pasos que jamás perdían su armonía. Los giros le sacaban pequeñas risillas, haciendo que su acompañante riera también. Cuando la pieza estaba a punto de culminar, él le hizo girar sobre sus talones y pudo ver, claramente, a un Inglaterra que observaba la escena con el mentón apretado y los ojos cargados de furia. Aquello no hizo más que complacerla. Se quedo frente al hombre quien le sonrió y entrelazo ambas manos de ella con las suyas, para luego elevarlas y rozar el dorso con sus labios.
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¿Daddy? (Hetalia x Lectora)
Fiksi PenggemarLos países vieron la duda plasmada en los ojos de la niña. Si, aquello podría ser considerado extorsión... Finalmente, la muchacha se mordió el labio inferior y, con un gran rubor en sus mejillas, asintió con su cabeza. -Acepтo, dαddy...- Nadie dij...