14
Regina se fue a dormir después de pensar en todo su día, hasta que escuchó a su abuela quejándose en el cuarto de a lado.
Se levantó y fue medio adormilada a ver que pasaba. La luz de la habitación estaba prendida y su abuela estaba tan hinchada y llena de ronchas que apenas se notaban sus dedos y sus ojos, boca y nariz eran más pequeños de lo normal, se estaba rascando con demasiada desesperación por todos lados.
—La casa. Murmuró Regina y empezó a gritarle a sus papás para que llegaran, ambos llegaron corriendo con la pijama puesta, llamaron a la ambulancia real y en dos minutos ya estaban saliendo del castillo.
Regina comenzó a sollozar. Todo era su culpa. Era su culpa que su abuela se despertara a las cuatro de la madrugada hinchada, que su abuela estuviera en el hospital. Dejó de llorar y fue a buscar a su hermano que también estaba despierto, se metió en su cama y se quedó mirando al techo.
—Me rompieron el corazón, la linda chica con la que salía. Dijo que no era perfecto para ella.
Regina sin saber que decir lo abrazó y acarició su cabello como cuando era pequeño y tenía miedo.
—Eres una persona increíble y quien no pueda ver eso en ti no te merece.
—¿Y tú, ningún chico del que tenga que preocuparme?
—No, ninguno.
Se quedaron unos minutos más en silencio hasta que el teléfono sonó una hora después.
—Gracias. Colgó Regina y volteó a ver a su hermano. —La abuela está bien, perdió la conciencia unos segundos y después sus ronchas empezaron a desaparecer, ya está mucho mejor. En unas horas estarán de regreso.
Ambos sonrieron y bajaron a desayunar, después le habló a Alaska para contarle del incidente.
—No podemos contarle a nadie de la casa, ¿está bien?
Alaska prometió ir a visitarla en cuanto sus padres despertaran.
La fue a visitar y ambas hablaron angustiadas de lo que Regina había dicho y lo que le había pasado a su abuela. Su abuela estaba encerrada ahora en la otra habitación y estaba descansando.
—Princesa Regina, le traigo su correspondencia. Dijo alguien afuera de la habitación, dos sobres se deslizaron por debajo de la puerta.
Regina se levanta y toma los sobres. Agravar y anónimo, tiró la de la escuela y abrió la anónima.
«¿No han aprendido a no hablar? Háganlo pronto o después de un tiempo toda su familia estará en el hospital.»
Ambas leyeron detenidamente la carta, decidieron ir a ver a la abuela y preguntarle si recordaba algo. Ni si quiera la abuela, sin ser parte de la realeza, sin siquiera vivir en el país estaba a salvo.
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Los secretos de la realeza.
FantasyCuando en Bradene, Erand, Syltois o Casatovia cumples diecinueve años, puedes cruzar legalmente la frontera y, si eres una persona particular puedes entrar a Agravar, la escuela de la realeza. Regina y Alaska son especiales, entraron a Agravar y ah...