Advertencias: Universo Alterno, reencarnaciones, diferencia de edad, algo de OOC, creo.
Una vez se prometió que si tenía la oportunidad de rehacer su vida en un mundo sin titanes, forjaría una familia.
Aunque con el paso de los años, comenzaba a dudar de si realmente se había hecho esa promesa. ¿En qué momento de su agitada vida tuvo tiempo para formularse aquello?
Posiblemente se convenció de eso en su infancia, cuando a pesar de ser un niño criado en el seno de una familia amorosa, se despertaba temblando con pesadillas demasiados reales como para ser creadas a base de pura imaginación.
Aprendiendo a convivir con el constante intento de sosiego de una madre que lo arrullaba repitiéndole que esas cosas ya no existían.
"Tranquilízate y vuelve a dormir, amor".
Nunca se lo creyó. Él hablaba de un pasado distante del cual su madre no tenía conocimiento. ¿Con qué derecho se atrevía a decir que ellos no regresarían nunca, si ella no vio multitudes perder sus vidas al pelear contra ellos?
No era de los niños que creían sin duda alguna todo lo que le decían sus padres, quizás porque él mismo era más adulto de lo que ellos serían capaces de ser.
Era cierto, llevaba pocos años de existencia en ese nuevo mundo. Pero de seguro, había vivido más.
Ese día cumplía treinta. Y por más que otros años se negara a celebrar sus cumpleaños, sus padres insistían en ello. Eran de esas familias que aún creían en las grandes reuniones familiares, en especial si se trataba del único médico cirujano de la familia.
Sin embargo, en esta ocasión en vez de ser obligado a ir a la casa de su progenitora, la mujer le dio la idea de recibir visitas en su casa. Quien se acordara iría, así de fácil.
Los últimos años se había distanciado de la familia. No sabía si clasificarlo como un error o una decisión correcta. Lo hacía para evitar un mal mayor.
Suponía que a la larga había funcionado. Descontando la visita en la mañana de sus padres, junto a un pastel, nadie más recordó su cumpleaños.
Esa tarde no tenía ganas de preparar la cena.
Tomó su revista de entrega mensual y se recostó en su mullido sillón. Aquel volumen hablaba primordialmente de bacterias. El rubio devoraba los artículos con más rapidez de la que usaba para dar bocados al pedazo pastel que descansaba en la mesita ornamental.
Despertó con alguien golpeando su puerta. Insistentes y demandantes, señalándole que quizás llevaban golpeando así desde hace rato. Ni siquiera se había percatado de que se había dormido, por lo cual apenas tuvo tiempo de peinar su cabello a ciegas antes acercarse a la puerta.
Observó por la mirilla de esta pero no vio a nadie. Comenzaba a pensar que solo fue su imaginación exaltada por el azúcar, cuando de nuevo escuchó los golpes.
Un escalofrío recorrió su espalda al tomar el pomo de la puerta.
Como si su mal presentimiento fuera correspondido, una pequeña figura se adentró en su casa vertiginosamente, sin siquiera mirar al hombre, que yacía pasmado aun sosteniendo la perilla.
—Has tardado mucho. Fue más fácil fugarme de casa, que hacer que tú abrieras de inmediato.
La tensión en el cuerpo de Erwin desapareció. Había tomado muchas medidas para ese momento no llegara y aun así había sido inevitable.
Al destino le gustaba jugar con la gente.
¿Quién era él para intentar luchar contra él en este punto?
—Es tarde, Levi...-mencionó manera calma, mientras observaba su reloj de muñeca.
El nombre se sintió extraño en su boca. El nombre de la persona a la que más amó en otra vida. Supuso que por eso fue el primer nombre que afloró cuando le preguntaron qué nombre le quedaría bien al pequeño bebé de ojos grises.
A veces, Erwin se culpaba. Imaginando que selló el destino de ese bebé al darle ese nombre. Poniendo el título de un libro que hasta ese momento había tenido todas sus hojas en blanco.
Levi lo miró un par de segundos. Su mirada afilada le hizo recordar que al menor nunca le gustaron los comentarios demasiado obvios.
—Lo sé. Pero cuando le pregunté a mamá, dijo que tenías aires de grandeza y no merecías nuestra visita hoy.
Sin esperar una respuesta por parte del mayor se fue a echar al sillón. O al menos eso planeaba, se detuvo al notar las migas.
Con los brazos cruzado y el ceño fruncido miró con desaprobación a Erwin, como esperando una explicación. Hilarante, un niño de catorce años pidiéndole una explicación a un hombre de treinta.
A pesar de todo, para el cirujano fue imposible reprimir una sonrisa al notar esa expresión. La había visto mil veces como mínimo.
—¿Qué puedo decir? Tu abuela cocina delicio...
Un golpecito en su pecho lo interrumpió. Al parecer todo había sido un teatro sucio del chico para distraerle mientras sacaba un objeto de su bolsillo.
—Feliz cumpleaños, Erwin —murmuró el menor con algo de vergüenza. No era mucho de hacer obsequios.
En la soledad de la sala, Erwin lo atrajo hacia él de la muñeca y lo estrechó con fuerza entre sus brazos. Con un tono de voz dulce, le pidió repetir su nombre. El menor accedió, abrazándole de vuelta y acariciando su ancha espalda.
Era idéntico a su Levi.
El mayor cerró los ojos, nostálgico ante el aroma del menor, que a veces creía sentir entre sus sábanas cuando despertaba en las mañanas.
No lloraría, las lágrimas nunca arreglaban nada.
Pero le extrañaba tanto...
Levi por su parte, no sabía si era correcto proseguir con su plan. Si vino a esa hora, fue porque necesitaba desesperadamente hablarle.
"¿Pesadillas sobre titanes? Creo mi hermano sufría algo similar cuando tenía tu edad, deberías preguntarle sobre el tema".
Eso había dicho su madre, cuando él despertó entre gritos y lágrimas, a mitad de la noche anterior.
Calmándose únicamente al pensar en el hombre que lo acompañaba en sus sueños.
Tenía unos profundos ojos azules, como su tío.
Y Levi tenía su corazón entre las manos.
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Memorias Agridulces
FanfictionErwin era el único médico con el apellido Smith entre sus parientes, debido a su alto prestigio el hecho de que el rubio se alejara de la familia con el paso de los años no pudo sino ser tomado como una "subida de humos". Lo que ninguno de sus parie...