Introducción

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Podía ver entre las sábanas el torso moreno y musculoso con algunas gotas de sudor, moviéndose para posicionarse sobre él con sus manos sobre la cama, extiendo sus brazos a su costado pero la oscuridad provocada por las sábanas que los cubrían no le dejaba ver con claridad el rostro de esa persona. Sólo podía sentir sus manos sobre su blanca piel.

Vio sus propias manos posarse sobre ese pecho, recorrerlo con suavidad para después situarse en la espalda de aquel hombre y atraerlo hacia a él; escuchó un...

— Mi princesa... te amo.

Una voz profunda salía de aquella persona a la cual no lograba verle el rostro y cuando estuvo cerca sólo pudo distinguir unos hermosos ojos negros para después sentir como sus labios eran aprisionados por otros labios cálidos. Un beso lleno de amor acompañado por suaves caricias que le hacían pedir más.


De nuevo aquel hombre comenzó a separarse de él y cuando al fin estuvo a punto de ver su rostro, escuchó que a lo lejos alguien conversaba, giró su rostro alarmado y de pronto una angustia se apoderó de su corazón. Cuando quiso ver de nuevo a aquella persona que momentos antes le había besado, ya no estaba.

Quitó las sábanas de su cabeza, se sentó en la cama y comenzó a recorrer la habitación con su mirada, buscándolo. No pudo verle el rostro pero estaba seguro de que lo amaba. Reconoció la habitación. Si, ya había estado ahí antes porque se siente cálida y llena de bellos recuerdos, aunque... no logra traer a su mente tan sólo uno de ellos.

Es cuando se da cuenta de que está solo en esa habitación, voltea a todos lados. Su corazón late muy fuerte, está asustado pero de pronto recuerda un nombre.

— ¡SiWon! ¡SiWon!... ¿Dónde estás? no me dejes sólo. — llamó a aquel hombre. Estaba seguro que ese era su nombre pero nadie le respondía. Lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, sentía un nudo en la garganta y que el aire comenzaba a faltarle.

Quiso salir de la cama pero sus fuerzas fallaron. Solo alcanzó a dar unos cuantos pasos cuando cayó al piso, extendió su mano para tratar de alcanzar la silla que se encontraba junto a él pero... no tenía fuerzas.

— ¡HeeChul! ¡HeeChul!... ¿Estás bien? tranquilo corazón, no pasa nada. — sintió que unas manos tocaban su cabeza y acariciaban sus mejillas. – tranquilo. Todo va a estar bien.

Poco a poco abrió sus ojos y se dio cuenta de que estaba acostado en una cama. Junto a él y sentado en una silla estaba su cuñado JungSoo a quien hace cuatro meses no veía. Lo miraba con ternura.

— Despertaste HeeChul. Nos tenías muy preocupados. — una linda sonrisa se asomó en el rostro de JungSoo lo cual lo reconfortó pero ¿Qué estaba haciendo él ahí?

Volteó a ver a su alrededor y notó que ese no era su cuarto ni mucho menos la habitación que había visto en sus sueños.

— ¿En dónde estoy? — el rostro de su cuñado mostró un poco de preocupación al responder.

— Estás en el hospital.

— ¿En el hospital? ¿Por qué?

— Tuviste un accidente. ¿No lo recuerdas? — se sorprendió al escuchar eso pero... ¿Dónde estaba él?

— ¿Y SiWon? ¿Dónde está SiWon? — preguntó tratando de levantarse apresurado. Tenía que verle el rostro, no podía creer que no pudiera recordarlo pero antes de poder levantarse algo se lo impidió, el peso y su cuñado.

— Tranquilo, no hagas eso que podrías lastimarte a ti y al bebé. — abrió los ojos sorprendido. Quitó las sábanas que lo cubrían y notó lo que le había impedido moverse.

— ¿Qué es esto? — estaba asustado y volteó a ver a su cuñado.

— HeeChul... es tu bebe. Estas embarazado. ¿No lo recuerdas? — todo comenzaba a darle vueltas ¿De qué estaba hablando su cuñado?

— Pero... ¿Cómo? Ayer... yo no...

Se estaba poniendo muy nervioso así que su cuñado volvió a recostarlo en la cama para que descansara tratando de tranquilizarlo.

— El doctor vendrá pronto corazón. Él te explicará lo que está pasando — sólo asintió y esperó.

Su cabeza empezaba a doler, no podía recordar cómo había llegado al hospital. ¿De qué accidente le hablaban? y sobre todo ¿por que SiWon no estaba junto a él? Pasaba sus manos por la ya muy pronunciada barriga, que calculaba sería de unos cinco o seis meses de embarazo. Intentaba recordar algo pero no lo lograba ¿Cómo podría hacerlo si ni siquiera podía recordar el rostro de su esposo?

Se sentía perdido... con el corazón en la boca. Una angustia recorrío su cuerpo cuando vio que la puerta se abría y un joven muy apuesto, vestido elegantemente de pies a cabeza entró a la habitación.

— Princesa... despertaste.

¿Era él? ¿Por qué no podía reconocerlo? Volteó a ver a su cuñado y éste sólo le sonrió. Regresó su mirada a aquel joven pero aún confundido le respondió a su saludo.

— Hola... Simba.


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