Por siempre Joven

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SAILOR NO ME PERTENECE, SÓLO USO A SUS PERSONAJES POR PURA ENTRETENCIÓN

LA TRAMA SI ME PERTENECE.

ACTO ÚNICO

FOREVER YOUNG

Pocas veces podía una Reina como ella permitirse salir o tomarse un descanso. Siempre habia que tomar decisiones, o estar reunida en alguna sala de juntas, velando el porvenir de su legado

Ella era la Reina de Tokyo de Crystal.

Quizá la mujer en cuyos hombros reposaba el mayor peso de la actualidad. No podía mostrarse nunca dubitativa ni temerosa o de lo contrario se vería expuesta a perder autoridad o liderazgo.

Ni siquiera su marido, el rey Endimión tenía las mismas cargas que ella. Por supuesto que agradecía el inmenso soporte que significaba para ella.

Y también le agradecía la familia que le habia dado. Y de alguna manera habia sido feliz. Aunque la mayor parte del tiempo hubiese estado ocupada en repeler ataques enemigos o procurar gobernar.

Por culpa de eso tampoco habia podido criar a su hija como hubiese deseado, y como se habia jurado que lo haría, cuando la conoció en aquel prematuro viaje en el tiempo que Rini habia hecho cuando ella apenas era una adolescente.

Apenas tuvo la corona, hasta el antiguo trato con sus amigas de siempre cambió. Debían tener cierto trato y respeto con su investidura, que con el tiempo perdieron esa intimidad y complicidad que habían tenido antaño.

Era la mujer más poderosa del mundo libre, pero estaba más sola que el ser más desposeído del planeta.

Pensaban en todas estas cosas mientras estaba sentada, a solas en su trono todopoderoso.

¿Qué hubiese pasado si se hubiese quedado para siempre joven, pero no con la juventud tenía ahora, sino con esa juventud tersa de mucho antes de ser reina?

Cuando no era más que adolescente despreocupada y enamorada de Mamoru.

No se rebatía eso. Quería mucho al rey, pero las cosas ya eran muy diferentes ahora.

Se levantó del trono y caminó unos pasos hacia unos cuadros que adornaban el gran salón. De repente su vista se perdió mirando una preciosa pintura que habia sido regalo de un dignatario o algún embajador. Ya no lo recordaba bien, pero como sea, esa pintura le gustaba bastante, ya que era una representación de la luna bañada de una lluvia de estrellas.

Siempre le gustó esa idea.

No solo porque le gustasen las estrellas, que eran como pequeños satélites luminosos que rodeaban a la Luna, sino porque de alguna forma le recordaban a un grupo de jóvenes que conoció cuando era una adolescente soñadora.

Los three Lights o su versión sailor de StarLights, personas maravillosas con quienes habia tenido oportunidad de departir en aquel tiempo.

La Reina suspiró con un dejo de nostalgia. Nunca más los habia visto.

Hace años, en ocasión de su matrimonio, habían venido dignatarios de Kimmoku, pero no habían sido ellos.

De hecho, ni siquiera sabía si seguían vivos, después de todo, el congelamiento solo habia sido para el planeta tierra, no incluía lugares lejanos de la vía láctea, así que no podía asegurar que ellos tuviesen algún tipo de longevidad como ella.

Sonrió melancólicamente, rozando con sus dedos enjoyados, aquella preciosa pintura, pero al hacerlo algo extraño ocurrió, porque pudo percibirlo al toque. Como una especie de luz emergía de la pintura, brillante y destellante.

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