《°8°》

34 3 4
                                    

Cuando el chico se despidió de sus amigos, creo que son amigos. Corrió riéndose de mi con tanta gracia que me daban ganas de golpearlo.

-¿Por que la cara larga?-pregunta cuando empuja la puerta y deja entrar la luz dentro.

-Me causa conflicto tener que esperarte- le digo directa y sin más.  Pone cara de disgusto y comienza a caminar. De nuevo voy detrás de él.

-No deberías de insultarme, soy el que manda aquí

Por alguna extraña razón se que no lo hará. Algo tiene este chico, desde aquella ves que me crucé con el supe que tiene algo que yo conozco.

-Mmmmhummm-dije de mala manera. Esta vez caminamos hasta dar con otro edifico, me es extraño llegar a lugares sin la necesidad de un elevador.

Abre la puerta y me sorprendo por la cantidad de gente que hay dentro, el olor a comida vuela por el aire y las gritos me llenan los oídos. Es un comedor. Tengo que seguirlo de cerca hasta que esto me parece una reverenda estupidez. Termino por agarrarle la camisa y darle la vuelta.

-No deberíamos estar aqui-le digo

-Tengo hambre y tienes que acostumbrarte a este tipo de ambientes si vas a convivir con nosotros- dice despreocupado. ¿Qué no se acuerda que no llevo ni media hora siendo un "aliado" para el?

Se la media vuelta y camina dejándome a medio paso de ahí.

-Aparta una mesa por favor- grita y va corriendo a la barra.

Enojada busco una mesa por donde sentarme, hay una alejada por ahí, tengo que cruzar todo el gentío que hay dentro, puedo hacerlo. Comienzo a moverme sigilosamente, sin tocar a nadie paso entre la gente sin que ellos se den cuenta, que bueno que mi habilidad no me ha fallado. Por fin alcanzo la mesa y me siento en uno de los bancos.

Me quedo unos momentos observando cada gesto y palabra que hacen los Rebeldes. Se empujan, ríen mientras comen, hablan sin detenerse, el ruido nunca para. Hasta cierto punto quiero salir ya que no soporto tanto alboroto, pero trato de disfrutarlo en mis adentros.

-¿¡Cómo hiciste eso?!- el chico llega con dos bandejas de comida y las azota en la mesa, me espanto y por poco me caigo del banco gracias a la mesa no terminé en el suelo.

-Hacer qué- le digo mientras retomo mi postura.

-Te vi danzar entre la gente, nadie te notó- toma asiento delante mía y me pasa la comida, no se que es, parece carne pero tiene jugo por todos lados, a un costado hay verduras y al final hay un vaso con agua de color naranja.

-Se llama agilidad- le digo con sarcasmo y agarro mi tenedor para incertarlo en la carne.

-Eso ya lo sé, pero es...como si fuese magia- lo miro un momento, comienza a comer sin verme, no lo puedo tratar así, tenemos costumbres distintas. Resoplo por lo bajo.

-A los capitalistas nos entrenan para ser indetectables, silenciosos y rígidos. Es mi mala costumbre-

-¿Mala?- pregunta.

-Si, mala, ya te he dicho que me traicionaron, ahora todo lo que tengo de ellos me es contraproducente

Niega con la cabeza y deja de comer- Para nada, todo aprendizaje es bueno, incluso si es desenfrenado e impulsivo como el nuestro o callado y tranquilo como el suyo, al fin y al cabo te sirvió, ¿no?- me mira directamente.

Definitivamente este chico tiene algo.

-¿Cuál es tu nombre?

-¡Ah! si claro, Tenash- incluso sus nombres son difíciles de pronunciar.

RebeldesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora