Siempre he amado los columpios. Me parece que son la manera más cercana que tenemos de volar de verdad, esa sensación de libertad al empujar te hacia adelante y sentir el viento en tu cara para que después seas jalado de regreso es única. Conocí a Daniel en los columpios cuando tenía ocho años.
El se rehusaba a subir en uno por mucho que su madre insistiera, mi curiosidad pudo conmigo y me acerque a el, que estaba acuclillado en el suelo con las manos en los oídos.
—¿Quieres un caramelo? —Pregunte tendiéndole uno.
El se volteó, tenía la mirada brillante, perdida, como si viera más allá de mi, como si yo fuera invisible. Se destapó los oídos y tomo el caramelo agradeciéndome con una inclinación de cabeza.
Entonces su madre se puso en contacto con la mía y me volví la cita de juegos habitual de los jueves. No faltaba y si iba a hacerlo debía avisar y hablar con Daniel, ya que el detestaba que cambiara la rutina.
Solíamos jugar con los Legos, a hacer arte con las incontables tapas de botella que tenía en su cuarto y en más de una ocasión tuve que hacer ejercicios con el (desde que su padrino le había regalado unas pesas no había dejado de usarlas, su masa muscular había aumentado considerablemente).
Yo tenía dieciséis y el quince cuando me di cuenta de que me gustaba. Cada parte de el, desde sus ojos brillantes, su cabello siempre alborotado y sus mejillas que siempre estaban sonrojadas. No podía hablarle del tema, ya que lo evitaría o cambiaría el tema o simplemente se bloquearía.
—¿Qué tanto me miras? —Pregunto el extrañado un día en el que hacíamos un mosaico con las tapas de botellas, me sonroje enseguida.—Nada, sólo quería ver que tal pintas las tapas —mentí.
—Sólo querías ver que tal pinto las tapas —repitió, como confirmándoselo a si mismo.
—Si, eh, hay que continuar —lo bueno de Daniel, era que las emociones eran todo un misterio para el. No notaba si estaba nerviosa, siempre me preguntaba porque mis mejillas se ponían rojas siempre que hablaba con él, pero yo le decía que era por el calor.
—Esa blusa te queda rara —dijo de repente— los hombros se te ven como grandes.—Es porque tiene hombreras —replique.
—¿Para que tiene hombreras?
—Para que se vea, Uh, bien supongo.
—No se ve bien, se ve rara.
Esa era otra cosa de Daniel, lo que pasaba por su cabeza lo decía sin temor a meter la pata. No podía decir mentiras ya que le habían enseñado que eso era malo, para el no existían las mentiras piadosas ni nada de eso, sólo existían la mentira y la verdad.
Eso me encantaba.
—¿Viste a Bradley de nuevo? —Preguntó.—No yo... Espero no volver a verlo, de hecho.
Bradley era un chico al que le gustaba, un día me vio con Daniel y su madre de camino a comernos un helado y me pregunto si era mi novio. Daniel le contesto que no y como el tiene una pequeña dificultad al pronunciar la "s" Bradley empezó a burlarse de el.
Le metí un puñetazo en la cara y una patada en la entrepierna.
—Aún no entiendo porque se reía... ¿Fue algo que dije? No recuerdo haber dicho nada divertido.—No dijiste nada divertido, es sólo que el es un idiota, Daniel.
—Mi primo Xavier dijo el otro día que yo era idiota. Pero esta mal, idiota es aquella persona que tiene retraso mental. Y yo no tengo retraso mental ¿no?
—No tienes nada de eso, eres mucho más inteligente que muchas personas.
—¿Qué muchas personas?
—Si, mucho más.
Fuimos interrumpidos por el hermano mayor de Daniel, Mike, el estaba ya en la universidad, era agradable aunque sus intentos de coquetearme me molestaban.
—Hola Marnie —dijo con voz baja— ¿se divierten?—Marnie dice que soy más inteligente que muchas personas —soltó Daniel de repente.
—Y lo eres, esas obras de arte que haces con Marnie no las haría todo el mundo.
—Así como toca el piano —dijo su madre apareciendo en la puerta— me duele un poco la cabeza Daniel, ¿tocarías un poco para mi?
—Faltan cinco minutos para la cinco —respondió después de revisar su reloj— debo esperar cinco minutos para tocar porque solo toco el piano a las cinco.
—Esta bien querido, te estaré esperando.
Mike y la señora Jackson se fueron y me quede de nuevo sola con Daniel, la concentración en sus ojos azules era casi palpable, cuando fueron las cinco en punto se levantó sin mirarme siquiera y se fue directo al piano. Tocó la canción favorita de su madre, Iris de "Goo Goo Dolls" con tanta elegancia que tuve que contenerme para no suspirar. El era perfecto, único. En cuanto término me miro de manera indescifrable.
—Tu cantas bien —afirmo alzando una de las comisuras de su boca. Me estaba sonriendo, algo raro en el.—Eh... No en público Daniel...
—Hazlo, tocare tu canción favorita —dicho esto me dio espacio en el banco del piano y empezó a tocar las primeras notas de Clarity de Zedd.
La manera en como me miro fue la que hizo que empezara a cantar, por un momento me miro a los ojos (cosa que nunca hacia) y pude notar que en serio quería escucharme. Y yo no podía decirle a el que no.
En cuanto termine, Daniel me sonrió de nuevo (lo cual era sorprendente ya que sus sonrisas eran como la alineación de los planetas: si veías una pasaba mucho tiempo para que lograras ver otra) y yo sentí mis mejillas arder.
—¿Ya le diste la buena noticia a Marnie, Daniel? —pregunto su madre mirándolo con ternura.—¿Cuál buena noticia? No ha pasado nada bueno.
—Cariño, sobre tu nueva escuela.
Al oír la palabra escuela vi como sus ojos azules se abrían de par en par, como tragaba sonoramente, haciendo a su manzana de Adán subir y bajar, al tiempo que sus mejillas se volvían de un rojo brillante.
—Esa no es una buena noticia —replicó con voz ahogada— Daniel no quiere ir para allá. ¿Por que hablas con tanto entusiasmo si sabes que Daniel no quiere ir?
Estaba prácticamente susurrando y apenas note que hablaba en tercera persona supe que estaba a punto de bloquearse.
Lo que ocurre con Daniel es que si esta bajo mucha presión o recibe estímulos muy fuertes (como entonces) se bloquea, lo que quiere decir que suele taparse los oídos con las manos, llevarse las rodillas al pecho y apretar los ojos con fuerza mientras se muerde el labio con tanta fuerza que en más de una ocasión le ha salido sangre.
En ese momento se iba a bloquear, lo conocía hacia diez años y estaba segura. Daniel clavó sus ojos en los míos, lucía desconcertado, como si no entendiera. Sabía que no debía seguir hablando del tema pero quería saber a que se refería la señora Jackson al decir "escuela nueva" así que me arriesgue:
—¿Qué noticia es esa?—Dan ira a estudiar a tu escuela este año, Marnie —contesto la señora J— Le hicieron la prueba de admisión y quedó en tu año a pesar de ser menor, no se creían que fuera educado en casa.
—Pero... ¿Por qué? —Estaba estupefacta, Daniel había estudiado en su casa desde después de jardín de niños. Toda la primaria y parte de la secundaria la había estudiado en la comodidad de su hogar y gracias a eso estaba incluso más instruido que yo, que estudiaba en la secundaria Dawson.
—Lo recomendó el psicólogo —me explicó, Daniel estaba sentado muy rígido mirando las teclas del piano fijamente— dijo que Daniel había tenido muchos progresos y que sería bueno ponerlos en práctica. Elegimos tu escuela por ser privada y por ti, obviamente.
La última parte me dejo en shock por unos segundos ¿por mi? ¿A qué se refería? Luego caí en cuenta: soy la amiga más cercana que Daniel tiene (el otro es un chico llamado Jake que tiene trastorno maniaco-depresivo no especificado) yo sería la guía y el salvavidas de el en aquel lugar nuevo.Vaya responsabilidad.
❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤
Arriba una imagen de Marnie ❤ Gracias por leer, significa mucho para mi, espero les guste
ESTÁS LEYENDO
El chico azul.
General FictionDaniel es un chico extraordinario, cada persona para él es un color y suele llevar audífonos a todos lados (música clásica en general) y toca el piano de manera preciosa, conoce cada pieza escrita por además de tener una inmensa colección de Legos...