Enfoco mi vista en la figura circulante sobre la pizarra, anhelando que sus manecillas despierten y se muevan de una jodida vez. Siete minutos, solo 420 segundos y seré libre. Sin embargo, nada avanza, aquel doceavo de hora se vuelve una eternidad. Comienzo a desesperar, siento mis oídos zumbar, siendo inhábiles de escuchar lo que expone Alfred, el anciano y algo chiflado profesor de historia, sigo el movimiento de su mandíbula, arriba y abajo, de vez en cuando se acomoda los anteojos, empujándolo sobre el puente de su nariz con el dedo meñique, una manía muy característica suya. No necesito oírlo para saber de qué habla, seguro y de nuevo parlotea sobre su vida. Ser tan viejo le ha añadido experiencia, relatando cada suceso como testimonio propio, anécdotas de su padre, abuelo, y bisabuelo, que han pasado a formar parte de sus recuerdos, un hombre de cuatro generaciones.
Poso mi atención en él, intentando parecer interesado en su relato, y así evitar un posible castigo. Trago un poco, mi garganta está seca, y mis ojos amenazan con cerrarse, dormir hasta tarde no ha sido de mis mejores ideas, ahora veo las consecuencias, pero, aceptémoslo, es un círculo vicioso, lo volveré a hacer, ¿naturaleza humana o un imperceptible "acto de rebeldía"? pueden llamarlo como gusten, después de todo, al final no deja de ser una rebelión contra al tiempo. Te crees capaz de desafiarlo, pues no podrá controlarte, "no en esta ocasión, eres más fuerte que él", repites interminablemente, como si de esta manera aseguraras la victoria. Tienes todas las de ganar, o al menos eso parece, hasta que suena la alarma, a plena hora de la mañana, marcando el fin de la batalla, demostrando que todo fue un auto-engaño, y que, como siempre, has sido derrotado.
- ¿Tiene la historia importancia alguna?- oigo señalar al profesor logrando captar mi atención, comúnmente lo ignoraría, pero, a diferencia de otras ocasiones, esta pregunta no se orienta al tema visto, al contrario, se abre a un problema filosófico, lo que me ínsita a replantearme la cuestión, ¿en verdad la tiene?- Joven Dankworth.- pronuncia mi apellido cediéndome la palabra mientras me observa fijamente, ¿Qué he de hacer ahora?, puedo contestarla, de eso no hay duda, más no creo que mi respuesta sea algo que espera escuchar.
- Supongo que debe tenerla.- digo con sarcasmo.- De no ser el caso, no sería una materia.
-Tiene razón, Joven Dankworth, es algo indiscutible, aunque usar "supongo" nos lleva a un irresuelto.
- Entonces, corregiré mis palabras,- comento soltando todo mi cuerpo en el respaldo de la silla- la historia tiene importancia.- soné algo insolente, no lo niego, pero estoy fastidiado, ¿no puedo tener una clase en la que no tenga que dar mi opinión?
- Típico de usted.- admite con un suspiro, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Justo después, la campana toma lugar.- No olviden repasar el capítulo dos, y comenzar el siguiente.- añade, terminando con la tortuosa clase.
El aula, que anteriormente permanecía en calma, se volvió asfixiante por la aglomeración de alumnos, desesperados de salir por la angosta puerta. Ahora el ruido predominante pertenecía a los libros, que eran encajados, hacia el interior de las mochilas, así como el interminable y molesto chillido de las butacas arrastradas. Permanezco en mi asiento, esperando por que el cuello de botella, que se forma en la puerta, se desvanezca, ¡Pobres!, atados a un sistema desde tan jóvenes, es difícil no compadecerlos, sobre todo si terminan con una que otra lesión después del enfrentamiento en la hora pico.
Exhalo con pesadez, mi espalda duele, al igual que mi cuello, me estiro un poco para relajar los músculos. La multitud se a dispersado, lo que hace más sensato retirarme.
- ¡Tu lógica es magnífica!- suelta Alfred a mi reverso.- No ha habido una sola pregunta que no contestes sin coherencia alguna, pero aún falta algo, ¿Dónde está tu pasión?, eres un cubo de hielo.
- ¿Agua congelada? ¿De coloración blanco níveo?- Ironía pura.
- ¡Frío Miles, frío!. – Se retira los anteojos y talla sus ojos.- ¿Por qué es importante la historia?
- Ya dejamos eso claro.- contesto estrujando la correa de la mochila.
- No te estoy preguntando si lo es, sino por qué.- Muerdo mi labio inferior e inhalo con fastidio.-No quiero que me respondas, aun no, piénsatelo, es algo que debes reflexionar más de unos cuantos minutos.
- ¿Por qué no solo me lo dice?
- Porque le quitaría lo divertido.
- Por favor,- expreso incrédulo- ¿Que puede tener de divertido?
- No lo se, quizás y te reencuentres a ti mismo.- dijo satisfecho.- No olvides hacer los deberes.- concluyó escabulléndose por la salida.