XII

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I.
Si el hospital hubiese sido más pequeño; Ren, Rob y Ray se hubieran encontrado con Nico y las chicas en las escaleras. Pero cada grupo subió y bajó por lados diferentes. Quizás era mejor así, llevar prontamente a Ray a su jeep mientras los otros iban a ver a los demás...estaban siendo sincronizados sin siquiera saberlo.
Aunque tanto a Ren como a Rob les costó cargar con Ray, lograron bajar las escaleras, con sumo cuidado de no dejar que Ray se lastimara aún más. No podían prescindir de él. No podían prescindir de nadie en realidad.
Todos allí eran importantes.
Hasta Ren. Por algún motivo aún desconocido para ella y para los demás.
Cuando estuvieron en el primer piso, con la visión de los jeeps estacionados apenas unos metros delante de ellos, una horrible visión apareció.
Mutantes.
Aproximadamente seis.
Y lo único que querían era matar.
Rob soltó a Ray y comenzó a dispararles.
Ray gritó de dolor y se aferró a su hermana como pudo, deseando con todo su corazón que su compañero pudiera con todos sus enemigos. Aquellos seres de pesadilla, que aún no lograba entender de donde habían salido, se acercaban a Rob incluso después de haber recibido heridas graves. Eran como zombies. Solo que estaban tan vivos como ellos mismos.
- ¡Vamos Rob!- gritó Ren.
Rob disparó, acertando entre los ojos de una mutante de cabello rubio ceniza, con la apariencia de un nido de ratas. Sus vísceras se esparcieron por el suelo e hicieron resbalar al mutante que iba tras de ella, apenas un niño...
Un niño mutante.
Rob no tubo más alternativa que matarlo a sangre fría, como a todos los demás.
-Déjame en el suelo- susurró Ray- Puedo ayudar estando sentado y tu también.
Ren sabía que no tenía caso desobedecerle. Lo ayudó a arrodillarse con su pierna sana y ambos juntos fueron los refuerzos del chico. En menos de cinco minutos, las seis criaturas estaban muertas.
-Vamos al auto antes de que vengan más de estos- dijo Rob, sin poder esconder lo orgulloso que se sentía de haber matado a unas cuantas bestias humanas.

...

-¡Wade!- gritó Nico mientras se asomaba por el tercer piso, o lo que quedaba de él. Gran parte del techo se había caído (aunque no tanto como en el piso donde había estado Ren) y el suelo era como un campo minado: estabas en riesgo por donde pisaras, el lugar cedería y se vendría abajo.
-¡Allá!- gritó Ana, señalando un par de bultos tirados entre madera, cemento, acero y vidrio. El traje blanco era apenas visible entre tanta basura grisácea, empolvada y descolorida.
Los tres corrierom hasta ellos, notando que faltaba uno.
-¿Dónde está Sam?- preguntó Sol.
-Allí- dijo Nico, señalando el lugar de la detonación, que había quedado marcado como una negra mandala de ceniza y hollín- Creo que fue ella quien detonó una bomba ¡Maldota sea! ¿Quién puede minar un hospital?
Cof Cof
Yaneth despertó antes que Wade, con la mirada perdida y un grave problema para oír lo que pasaba a su al rededor. Tan solo miró el espectáculo delante de ella y se puso a llorar a lágrima viva.
Sam había muerto delante de sus ojos. Y no podía borrar la imagen de su mente. Lo único que oía era el zumbido de una abeja o algo parecido. Era horrible.
Sol la abrazó, esperando cobijarla aunque fuera un poco. Yaneth le devolvió el abrazo y sigió llorando, incapaz de oir sus propios sollozos.
Wade en cambio, aún no habría los ojos.
-Debemos sacarlo de aquí. Bajar a los jeeps. Y marcharnos a casa- sentenció Nico.

...

Mario,Will y Nan dispararon al mismo tiempo. La mutante se fue de espaldas y Abelardo no hizo más que aplaudir y reír a carcajadas.
- ¿Cómo puedes estar así en un momento como este?- preguntó Will, irritado.
-¿Qué quieres que haga? Es lo mejor que puedo hacer. La risa a veces es la mejor arma contra muchas cosas, como por ejemplo, la depresión. ¿No? Preferiría morir asado por un mutante aficionado a la cocina que por pensamientos maricas sobre lo miserable de la existencia.
Will solo levantó una ceja y habló:
-Salgamos de aquí, he oído disparos allá arriba.
-¿Serán tus amigos?- preguntó Abelardo- Porque debo decirles algo importante. Si quieren saber quien soy, deben estar todos juntos.
Lamentablemente faltaba una.
Ray ya estaba sentado en el asiento trasero de su jeep, y Yaneht lo atendía con los ojos bañados en lágrimas. Will miraba de cerca el proceso, más pendiente de Yaneth que de otra cosa. Se le partía el corazón el verla así. Pero no podía hacer nada.
Ren por su parte, ayudaba a Wade a recuperarse de la conmosión de la bomba que Sam había detonado.
Estaba asombrada con la aparición de Abelardo en las ruinas del hospital, y se sentía culpable por dejar el duelo en un segundo plano.
-Pues bien- comenzó el hombre, mientras se rascaba la barba- ¿Por dónde empiezo? Bueno...hace unos veinte o treinta años, cuando la planta comenzó a funcionar, era sabido que la radiación afectaría en gran medida a los trabanadores y pobladores de la ciudad. Se hicieron estudios, los cuales eran poco o nada alentadores. A un científico que no vale la pena nombrar se le ocurrió verificar el efecto real que tenía la radiación sobre las personas.
Escogió un grupo de jovenes de ambos sexos y los encerró en unas habitaciones aisladas con grandes cantidades de radiación simolar a la que emanaba de la planta. Rapidamente los sujetos a prueba comenzaron a desarrollar diversas enfermedades, la más común era el cáncer.
El experimento en si era hna tortura. Cuando salió a la luz, el gobierno y muchas organizaciones rogaron por el cese de los estudios, pero ellos se negaron. Continuaron estudiando con cada vez más individuos...trabajadores de la planta, gente aledaña a ella, etc. Un país vecino amenazó con rescatar a los sujetos por su cuenta, además de jurar que añadiría la planta a sus dominios. Fue así como comenzó la guerra, la cual terminó en lo que vemos hoy. Los expedientes que encontró Nan son algunos de los sujetos de estudio que murieron el año antes al bombardeo de la ciudad. No alcanzaron a ser rescatados...Todos los mutantes que ven aquí son personas que recibieron radiación aquel día del Cataclismo Blanco. Y no han dejado de recibirla desde entonces. Se han transformado en verdaderas bestias a pesar de que hace menos de dos décadas eran personas tan normales como nosotros...
Todos los muchachos lo observanan con silencio. Todo cobraba sentido de repente.
Ren no pudo evitar pensar en que su padre estaba al tanto de aquellas torturas escondidas bajo el eufemismo de "estudios". Deseó con todo su corazón de que no fuera así. Pudo ver en los ojos de su hermano que él pensaba lo mismo.
-Pero...¿De dónde vienes tu? - preguntó Sol- ¿Por qué tu ropa es tan sencilla, no te proteges...? ¿Las mujeres asesinadas venían contigo?
Abelardo tragó saliva.
-Vengo del Séptimo Cielo. Una ciudad refugio como la de ustedes. Verán; S.C se organiza en castas. La última de ellas es la de "Delincuentes". Las dos chicas, el asesino y yo pertenecíamos a aquella casta. El rol en la sociedad de estas personas es explorar el mundo afuera de S.C., arriesgando continuamente nuestras vidas y recibiendo malos tratos como siempre sin importar nuestros logros.
Hace tres meses habíamos huído. Sin embargo no sabíamos a donde ir. Marta, la mayor, había escuchado sobre esta ciudad. Pero mi compañero, loco de remate, intentó matarnos a todos en el bosque. Logré huir, solo para ver luego como unas bestias se lo deboraban. Quedé solo,  a la espera de la muerte, recorriendo las ruinas de este hospital. Y me encontré con ustedes. No se qué más quisieras saber- contestó con cansancio en la voz.

Operación Vulkanus: La trampa del diablo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora