Can you feel my heart?

Cerré la puerta de mi habitación, abunda el color negro allí, pero igual me sentía en paz, al fin solo. Tomé mi fibra y comencé a escribir, liberé todo mi odio, insulté a cada persona que me hacía la vida miserable, el papel se mojó un poco por una que otra lágrima que caía de mis ojos.

Cuándo pasé de carilla rompí la hoja con toda la furia, maldiciendo cada objeto en el cual cayeran los restos de esa nota y me senté en un rincón. ¿Cómo puede ser posible que nadie lo notara? Cada día sufría más y me levantaba con ganas de que llegue la noche y poder recostarme nuevamente para que los mil demonios habiten mis pensamientos.

Por impulso tomé la fibra y comencé a dibujar las paredes, casi rasgando el papel tapiz de la potencia plasmé todo mi dolor en líneas, que simulaban marcas. Me arrastré hasta donde se encontraban los papeles destrozados y comencé a unirlos, como si fueran un rompe cabezas, no comprendo cómo estando mi familia en el piso de abajo no sientan todos los golpes que les he dado a las paredes y al suelo, seguro están felices compartiendo cosas como hacen las familias.

Ya no más, me arrastré hasta el baño y abrí la ducha, tomé el frasco de pastillas que tenía guardado en un rincón, nadie entraba nunca a mi habitación así que aunque esté el frasco sobre la cama, nadie lo notaría. Me metí en la bañadera sin quitarme ni los bóxers ni la sudadera, y allí estuve, preguntándome millones de veces “¿Por qué a mí?” “¿cómo es que los demonios entraron en mi cabeza?” “¿Por qué no quieren salir de allí?” “¿Por qué el silencio me aturde?” no lo sé, lágrimas caían, te amo mama, te quiero papá, uno…dos…tres. 20 pastillas sin agua, luego, la vista se me comenzó a borrar, y no recordé nada más.