Capitulo X: Allye Karenina

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No era una visita frecuente por muchas razones, siendo dos las que sobresalen en la lista: en primera, las distancias. Los Martin estaban repartidos a lo largo del territorio nacional y hasta fuera de las fronteras, así que reunirlos nunca es una tarea fácil.

La segunda, y la razón de más peso en realidad, es que los unos no se llevan con los otros. Son como gatos en una cama pequeña: eventualmente habrá maullidos, arañazos y las personas que se metan van a resultar con raspones.

Pero la segunda boda de la hija de la hermana del medio del clan Martin era un evento especial.

—No tienes que ponerte tan nervioso —Allyson le comentó a Jake, camino a aquel restaurante dónde Keith había convocado a los miembros de la familia de su prometida, la noche anterior a la boda.

—Yo no estoy nervioso.

—¡Te dije que no estés nervioso! ¡No hay motivos para estarlo! —gritó temblante.

Y en ese momento Jake notó que no lo decía por él.

Keith había hecho reservaciones para una gran cena pre-nupcias con la familia Martin, o al menos con aquellos que se dignaron a hacerse presentes. El lugar se llamaba “Splendido”, y era considerado uno de los mejores restaurantes de Toronto; sofisticado pero un poco bohemio, le pareció ideal para proyectar la imagen que él era un hombre de recursos pero al mismo tiempo, accesible.

Y si bien el motivo era muy Colleen-centrico, dado que era la novia en cuestión, Allyson tenía preocupaciones por su cuenta: ver a familiares que no veía en años, ahora como una joven adulta, y con una pareja.

Allyson optó por de hecho, una vez tratar de impresionarlos: la última vez que se encontró con ellos era una puberta sin estilo que no se sabía vestir. Era su oportunidad de lucir como una persona civilizada y segura.

Allye opto por un sencillo vestido en negro, sin exageraciones ni detalles muy rebuscados; tacones, una pequeña chaqueta, y hasta un bolso que ni usaba (seguía prefiriendo las mochilas), pero esta mona estaba de seda y no quería quedarse como mona.

—El labial me sabe tan empalagoso...—murmuró del brazo de Jake, caminando hacia su destino.

—No exageres, rojilla.

—Oh, tú nunca lo entenderás; eres un chico, ustedes pueden ponerse cualquier traje planchado y ya. ¡Pero la presión que tenemos nosotras es enorme!

—Pensé que tú eres el tipo de personas que decían “al coñó lo que piense el mundo” y hacía lo que quería.

—Sí, bueno, debería ser así, pero resulta que para las entrevistas de trabajo los empleadores prefieren a alguien que al menos se peine.

—¿La dura realidad?

—La dura realidad.

—¿No piensas, por cierto Allye, que quizá debimos invitar a Sarah?

—No creas que no me pasó por la mente, pero ella dijo que estaría ocupada con algo de su abuela...además...pues...

—¿Qué?

—Ya de por si la noche “promete” con una abuela racista y una hermana embarazada fuera del matrimonio y sin conocer quién es el padre. ¿Quieres agregar a Sarah? ¿Por qué no ponerle sal a las hemorroides?

—Comprendo...

—Y luego estás...tú.

—¿Yo? ¿Qué? ¿Tengo algo de malo?

—Nada, pero mi familia es la peor clase de luteranos fríos y prejuiciosos; lo de mi abuela no fue casualidad, parece que corre en la sangre, y si no es ella, será alguien más.

Casarse en DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora